El Atlético de Madrid se proclamó campeón de Liga el pasado sábado. Un gran éxito del equipo de Simeone. A través de este escrito contamos los sentimientos que le generó a un colchonero la temporada de su equipo.
Ser hincha del Atleti no es fácil. Este mantra, lo llevo escuchando desde que era niño. Que si el “pupas”, ¡Que cómo se sufre!¡Vaya manera de palmar!¡Que si las rayas canallas de los colchones! Sinceramente esta mística la soporto con tranquilidad. Sufrir con mi Atleti me ha resultado natural. Es una maldita droga que necesito cada fin de semana. Tal vez sea masoquista, utópico o simplemente un rebelde que ha escogido un equipo que la mayoría de los compis del colegio creían que no era el mejor.
Para mi ser del Atleti ha sido fácil. Siempre he sentido que estaba en el lado que quería. Que escogí bien. No me importa no ganar siempre. No lo necesito. Tampoco quiero perder constantemente y no lo hago. El Atleti no siempre triunfa, pero pierde pocas veces. Tener cuarenta años y haber visto tres ligas, no me resulta difícil en absoluto. Algunos pensaran que es poca cosa. Otros se conformarían con ver solo una. Se trata de una elección consciente de la que no me arrepiento.
El mantra dice que no es fácil ser del Atleti. Pero lo dicen los que no lo son. Posiblemente porque no lo entienden.
Muchas tardes en el Calderón y desde hace años en el Metropolitano canté abrazado a alguien que no conocía “Muchachos, hoy viajamos juntos otra vez. Enamorado del Atleti. No lo pueden entender”. Para mí, ese cantico de grada, tal vez simplista y algo pretencioso, define perfectamente a un colchonero. El mantra dice que no es fácil ser del Atleti. Pero lo dicen los que no lo son. Posiblemente porque no lo entienden.
Prejuzgan que es difícil no ganar la Champions y perderla en el último instante. Predican lo complicado de vivir dos años de infierno. Ignorando que en esas catacumbas fuimos más que nunca. En definitiva, desde fuera, se piensa que lo difícil de ser colchonero son los malos momentos.
Y es que la mística de “pupas” genera una falsa empatía que durante años ancló al Atleti en una rutinaria conformidad. Seamos sinceros, vivimos en una sociedad impregnada de valores cristianos. La misericordia es algo cotidiano. A los sufridores no se les ataca. Se les ignora y punto. Muchas veces con una cínica sonrisa de simpatía. No hay nada peligroso en ellos, todo seguirá igual mientras sigan sufriendo.
Pues tengo que decir que, para mí, los meses más difíciles como colchonero han sido los últimos cuatro que acabamos de vivir. Paradójicamente, un año que salimos campeones. Definitivamente no lo entenderán.
La sensación de soledad incrementaba. Como echaba de menos esa grada. “Paseo de los melancólicos, Manzanares, cuanto te quiero”.
Realmente desde hacía seis o siete años no sentía que el Atleti tenía opciones sinceras de ganar la Liga. Este año lo empecé a barruntar por el mes de noviembre. Había una oportunidad de ganar y no se podía dejar escapar. Eso le daba épica y drama a todo. Evidentemente se multiplicaban los nervios y la tensión viendo los partidos. Hasta el mes de diciembre todo salía bien. El Atleti era líder, la ventaja con los perseguidores era amplia y el juego era bueno. Pero en enero entró el Covid en el equipo. Luego llegaron las lesiones. Las dudas aparecieron. En ese momento percibí lo difícil de ser colchonero cuando el Atleti es el primero. Cuando eres líder no generas la simpatía del “pupas”.
A principios de año se palpitaba un clima de esperanza en el que aterrizaron ciertas e inevitables dudas. Fue entonces cuando me surgió una fuerte e incómoda sensación de soledad. Los atléticos somos una maravillosa minoría, pero una minoría al fin y al cabo. En la oficina, en la Universidad, en el colegio, en el bar de la esquina, normalmente los compañeros rojiblancos nunca suman más. Esta eterna melancolía se sobrelleva gracias a la grada de nuestro Estadio. Se ubique en un rio o en un páramo frio. Los atléticos necesitamos confraternizar entre nosotros. La maldita pandemia nos había quitado eso. “No podíamos viajar juntos otra vez”.
En apenas dos meses la ventaja que teníamos menguó. La sensación era que todo acabaría mal. Los voceros mediáticos pronosticaban y pregonaban hecatombe rojiblanca. Tocaba un “No consuman” oficial. Lecturas selectivas para no dejarse claudicar, Iñako, Uría y Sotanaz. La sensación de soledad incrementaba. Cómo echaba de menos esa grada. “Paseo de los melancólicos, Manzanares, cuanto te quiero”.
Vetado gritar en tribunas y vomitorios se potenció las conversaciones de “whatsapp”. Tertulias telemáticas que ayudaron a apaciguar la sensación de estar aislado. Los mensajes de Oscar, Villegas y Luis Prieto hicieron más llevadores partidos eternos, extremos y dramáticos. Sin olvidar un chat atlético referencial con Santi, Pepo, Benja, Álvaro, Dani, Rafa, Ele, Fernando y José Luis. Gracias a todos ellos se calmó cierta amargura de lluvia en soledad.
Por fin el sábado la interminable agonía acabó. Por fortuna para los colchoneros el Atleti lo consiguió. Otra remontada racial. Esta vez Correa no falló y Suarez sentenció. El Atleti era campeón.
El 11 de abril todo parecía perdido. Aquel día el Atleti empató en el Villamarín. Era domingo y a pesar de haber jugado mermado por el covid, las sanciones y lesiones, los mentideros de todo el país daban ya por muerto al Atleti. No había más ventaja. Ya no se podía fallar más. Correa las tuvo claras y no acertó. Simeone lo abrazó, preparando un Ángel redentor. Todo parecía una lenta agonía que desembocaría en pesadilla. Aquella noche me fui a la cama angustiado, una amargura irracional. Mas propia de un adolescente que de un padre de mellizos.
Sin embargo, de repente todo cambió. El juego del equipo se recuperó. Se sobrevivió al Camp Nou y un audio de Koke nos recordó que somos el “Puto Atleti de Madrid y nunca vamos a ganar nada fácil”. Faltaban tres paradas y había que ganar. Paso a paso. Latido a latido. Sufriendo todos por nuestro Atleti de Madrid.
Por fin el sábado la interminable agonía acabó. Por fortuna para los colchoneros el Atleti lo consiguió. Otra remontada racial. Esta vez Correa no falló y Suarez sentenció. El Atleti era campeón. Me sentí inmensamente feliz. Festejé y disfruté con mi Atleti de Madrid.
Qué auténtico, Luis. Conocerte es conocer esa forma tan hermosa de ser de “algo”. No apto para blanditos, ni ventajistas, ni “campeones”. Pero eso no es del Atleti, o no sólo… es de ti y las personas como tú.
Este es muy bueno, Luis. Un artículo que toca la fibra sensible. Arronti Atleti. Aupa Racing