Fernando Torres ídolo colchonero se despide de nuevo de su casa. La afición atlética no olvidara jamás a un jugador que consideran más que suyo.
Para un atlético es difícil escribir sobre Fernando Torres y no emocionarse. A los aficionados de otros equipos, la veneración que tiene la afición rojiblanca por Fernando Torres es difícil de entender. Fernando, “El Niño”, es un buen futbolista, un jugador con clase que derrocha mucho pundonor, tiene mucha velocidad en carrera y una gran corpulencia, con espacios es un jugador tremendamente peligroso. Torres no ha sido el jugador con mayor talento que ha vestido la casaca del Atleti, tampoco ha sido el máximo goleador, ni el que más ha ganado ¿por qué entonces existe ese profundo amor entre los colchoneros y Torres? La respuesta es simple, Torres es uno de los nuestros.
Torres ha conseguido que una generación entera de atléticos se enorgullecerá de ser del Atleti. No olvidemos que Fernando debutó con el primer equipo cuando el Atleti jugaba en segunda división. Años de infierno que supusieron una orgullosa depresión que pudo digerirse con la esperanza de ver como un canterano se perfilaba como un delantero de talla mundial.
Torres ha conseguido que una generación entera de atléticos se enorgullecerá de ser del Atleti.
La vuelta a primera división para el Atlético fue muy dura, en mi opinión aquellos años del retorno, fueron incluso más duros que las dos temporadas en segunda.
Los atléticos, leales y sentimentales como somos, no tuvimos problemas en peregrinar cada domingo al Calderón para ver jugar a nuestro equipo en la categoría de plata del futbol español. Era un acto reivindicativo, una manifestación orgullosa. A pesar de estar en un lugar que no nos correspondía, ahí estaba el aficionado colchonero al lado de su querido Atleti, al que no iba a dejar morir facialmente. Sin embargo la vuelta a primera tuvo poca épica, fue un páramo de buenos jugadores, las gradas del Calderón vieron pasar una inmensidad de jugadores mediocres, los Musampa, Pato Sosa o Kezman no sacaron ni media sonrisa de orgullo al aficionado atlético. En ese erial sin embargo había un jugador que era distinto al resto, un jugador de la casa, canterano, que nos conectaba con un pasado de grandes futbolistas y de lucha constante, ese jugador era él, nuestro niño, Fernando Torres.
La vuelta de Torres era una deuda con el pasado suponía recompensar a ese jugador que tanto orgullo nos había proporcionado.
El niño fue creciendo y se convirtió en un delantero de talla mundial, su nivel futbolístico era superior al de nuestro Atleti. Cuando socarronamente los aficionados rivales nos vacilaban por la apatía de nuestro equipo, solo teníamos un as con el que contrarrestar y ese era Fernando Torres.
El niño, nuestro niño, rechazó ofertas del Madrid y del Barça, con el único argumento del sentimiento, porque no había nada más, los proyectos deportivos de la época adolecían de seducción alguna.
El peregrinar por la mediocridad del Atleti en la primera década del dos mil terminó por aburrir a Torres. Se fue, se despidió entre lágrimas con un Hasta luego. El Atleti desgraciadamente no podía ofrecerle ningún aliciente deportivo. Aliciente que encontró en el Liverpool donde maravilló a media Europa.
Fernando se convirtió en el delantero de nuestra selección y gracias a un gol suyo ante Alemania pudimos celebrar por fin un triunfo de España, la Eurocopa ganada en Austria fue un momento inolvidable para los futboleros de este país, para muchos la primera vez que pudimos ver a nuestra selección ganar un título internacional. La celebración se hizo a lo grande y en ese éxtasis sublime nuestro niño no se olvidó de nosotros y a pesar de no vestir nuestra camiseta, portó nuestro escudo en aquellas tumultuosas celebraciones. Los atléticos pudimos conectar emocionalmente nuestro club a la celebración de nuestra selección, uno de los nuestros era el héroe de todo un país.
Dos años más tarde llegó el Mundial, lo ganamos y Torres pudo jugarlo, y digo esto porque el Niño lo tuvo difícil, una lesión de rodilla puso en serio riesgo su participación, acortó exageradamente los plazos de recuperación, consiguió el objetivo y levantó la copa del Mundo. Ese esfuerzo condicionará su carrera para siempre. Su nivel futbolístico fue menguando, a pesar de ello, el Chelsea se hizo con sus servicios tras pagar una cifra record por su traspaso. Con los de Stamford Bridge ganó la Champions League pero los años en Londres no fueron los mejores para Fernando, sus estadísticas goleadoras nunca alcanzaron los niveles del Liverpool y su repercusión futbolística a nivel mundial descendía, terminó cedido en un Milan en horas bajas.
Paralelamente el Atleti reverdecía, entrenados por Quique Sánchez Flores y por Simeone se alzaban dos Europas League. Más tarde llegaría un Copa del Rey ganada en Chamartín y una épica Liga conquistada en el Camp Nou.
El Atleti había vuelto a competir entre los más grandes. Se rozó la gloria de ganar una Champions. El nivel futbolístico del Atlético había subido a lo más alto. Quizás y por primera vez en su carrera estaba en equidistancia con el nivel de Fernando Torres (incluso por encima).
El niño tenía que volver a casa. Y Fernando volvió, y por fin los atléticos podríamos ver a nuestro canterano, nuestro orgullo, nuestro ídolo rodeado de un equipo competitivo, luchador, lleno de coraje y corazón, el equipo que siempre había merecido. La vuelta de Torres era una deuda con el pasado suponía recompensar a ese jugador que tanto orgullo nos había proporcionado. Era uno de los nuestros, el único que nos dio satisfacciones en una época ominosa. Le recibimos con un Calderón a rebosar, porque sentíamos que el círculo se cerraba, volvíamos a estar entre los grandes y él iba a estar con nosotros en esta travesía.
El retorno no defraudó, se compitió al máximo nivel, se repitió final de Champions con Torres de titular, pero faltaba un título. A mitad de esta última temporada Fernando decidió que debía irse de nuevo, en el ocaso de su carrera se daba una extraña paradoja, Torres habiendo ganado todo en el mundo del futbol nunca había conquistado un título con su amado Atleti. La vida no podía ser tan cruel y no lo fue, el 16 de mayo de 2018, Torres alzó una copa con el escudo del Atleti, la Europa League. En Neptuno y delante de todos nosotros, Fernando proclamó a los cuatro vientos que de todos los títulos que había conseguido, mundial incluido, esté último ganado con el Atleti, era el más importante de su carrera. Él más que nadie sabe lo que se siente siendo del Atleti, lo sabe porque es un colchonero más desde la cuna. Volverá pronto. Te queremos Niño.