Como siempre, las gradas de los estadios de un Mundial de Futbol es una fuente inagotable de imágenes, casi todas positivas. En ellas hemos visto una mezcla riquísima de camisetas de diferentes países con una convivencia ejemplar entre aficiones que incluso hacen horas extra para limpiar las gradas una vez ha finalizado el partido. Hemos visto que es posible, hasta la fecha, disfrutar de una competición a nivel mundial sin que aparezca la lacra de la violencia de los grupos ultras. En definitiva, hemos visto unas gradas con gente disfrutando, que es de lo que se trata esto. El problema es que de entre toda esa gente que goza de un evento como éste, la persona que más ha acaparado la atención y que más minutos de televisión ha ocupado por su forma de “disfrutar” de esta competición mundial ha sido un tal Diego Armando Maradona. Y es que, como dice Andres Calamaro en su canción,” Maradona no es una persona cualquiera”, nunca lo fue, nadie como él ha sido capaz de monopolizar la atención en los mundiales, ya sea convertido en aquel barrilete cósmico que marcaba goles para la historia o por positivos en controles antidoping cuando parecía que, después de una primera “etapa salvaje”, teníamos al astro de vuelta allá por el año 94. Diego es probablemente la persona más idolatrada en un país futbolero como Argentina, ni siquiera un Papa argentino ha sido capaz de bajarle de ese pedestal en el que le pusieron sus paisanos cuando les hizo campeones en el 86. Probablemente están esperando a que ese pedestal acabe cediendo por su propio peso porque Diego debe rondar de nuevo los ciento diez kilos. Sí, más de cien kilos de grasas, excesos y vicios incompatibles con un deporte en el que, entre otros, los niños buscan ídolos a los que parecerse dentro y fuera del terreno de juego. Es inaceptable, por tanto, que año tras año Maradona y su séquito puedan permitirse darse espectáculos grotescos en los palcos de los estadios en los que muestran como el alcohol e incluso las drogas pueden correr libremente como si en lugar de en un campo de futbol estuvieran en un oscuro club de striptease.

Las medidas a aplicar deberían ser las mismas que con aquellos que usan el deporte para fomentar la violencia u otras conductas perjudiciales.

Maradona fue muy grande, algunos piensan que el más grande de la historia, pero fue grande cuando estaba vestido de jugador. Porque fuera de los terrenos de juego ha demostrado ser una persona débil que, a pesar de llegar incluso a hacer anuncios contra las drogas, ha caído una y otra vez en los mismo errores propios de la gente con poca autoestima. Y esos errores ensucian el futbol, como la violencia o las apuestas, que adulteran una competición que debe servir sólo para entretener y estrechar lazos entre comunidades. Por eso, ¿a qué espera la FIFA para negarle la entrada a cualquier evento relacionado con el deporte? Las medidas a aplicar deberían ser las mismas que con aquellos que usan el deporte para fomentar la violencia u otras conductas perjudiciales. Ya está bien de reírle las gracias a un personaje que se ha pasado la vida vendiendo falsas recuperaciones y resurrecciones, memorable fue su elección en el año 97 del sancionado de por vida Ben Johnson como preparador físico para volver a las canchas, simplemente para seguir manteniendo la fama de un personaje que sólo resulta rentable para todos esos que aparecen con él en la última foto del palco de San Petersburgo. Se siente por su amigo Calamaro pero ya no se está esperando que Diego Armando vuelva, no siempre se le va a querer y sí, sí importan los líos en los que se meta Maradona, porque ensucia algo muy preciado y que sirve de ejemplo a mucha gente.

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