Durante décadas la Argentina futbolística ha estado dividida en un “guerra civil” un tanto peculiar entre dos entrenadores antagónicos cuyas propuestas diferían tanto que fueron llevadas  un extremo de lucha ideológica. Lo que no tantos conocen es que el conflicto se empezó a gestar en un Hotel de Barcelona. Esta es la historia

En 1974 la selección argentina tuvo un papel muy discreto en el Mundial de Alemania. Pasó a duras penas la primera fase y en la segunda no pudo ganar ninguno de los tres partidos recibiendo además una humillante goleada ante la nueva sensación, la Holanda de Johan Cruyff (4-0). La denominada albiceleste acumulaba decepciones en casi las citas oficiales, pese a contar con equipos de apariencia talentosa, y daba sensación de poca seriedad: los entrenadores no duraban casi nada y no se contaba con un plan definido ni de estilo de juego ni de preparación específica para la selección y los grandes eventos.

Pero en 1978 Argentina iba a organizar la Copa del Mundo y el siniestro régimen de los militares acababa de tomar el poder. Los mandatarios necesitaban mostrar al mundo la fortaleza aparente de una nación en la que se empezaban a violar los derechos humanos de forma sistemática y para ello  requirieron a alguien novedoso y con impulso, que mejorara la imagen del país. Cesar Luis Menotti era entonces el entrenador joven más en boga de Argentina. Tras una buena trayectoria de futbolista en Rosario Central, Boca o Santos de Brasil entre otros,  su salto a los banquillos se había saldado con un gran éxito: hacer campeón Metropolitano (nombre de la Liga Argentina de entonces) al modesto equipo del Huracán, según las crónicas con un juego ofensivo y vistoso. Además se distinguía por usar un lenguaje muy elaborado, culto y con continuas referencias metafóricas y hasta literarias que le alejaban mucho del perfil de entrenador de fútbol clásico, por regla general escasamente cultivado.

En 1978 Argentina iba a organizar la Copa del Mundo y el siniestro régimen de los militares acababa de tomar el poder. Los mandatarios necesitaban mostrar al mundo la fortaleza aparente de una nación en la que se empezaban a violar los derechos humanos de forma sistemática y para ello  requirieron a alguien novedoso y con impulso, que mejorara la imagen del país. Cesar Luis Menotti era entonces el entrenador joven más en boga de Argentina

Menotti accedió al cargo con apenas 36 años e impuso desde el comienzo una planificación mucho más rigurosa en cuanto a la selección de jugadores y establecimiento de un calendario de partidos, así como la asunción de un modelo de juego que según él respetase las esencias del fútbol argentino: el gusto por el toque de balón, los regates y la ofensiva. Fue, asimismo, uno de los pioneros en adelantar mucho la defensa, “achique de espacios”, lo llamaba. Con esos postulados y un muy buen equipo (Fillol, Pasarella, Luque, Kempes) llevo a Argentina a ganar el Mundial de 1978 aunque el triunfo no estuvo exento de polémica: muchos aun denuncian las presuntas interferencias de la dictadura en favor de que el anfitrión se llevara el preciado trofeo, en especial en lo referente a un supuesto amaño del partido decisivo ante Perú para pasar a la final que ganarían a Holanda (3-1).

Casi de forma paralela, Carlos Salvador Bilardo iniciaba su carrera como entrenador. Con estudios de medicina, Bilardo como jugador había sido uno de los referentes de quizá el equipo más temido de la historia: el Estudiantes de la Plata de Osvaldo Zubeldia, un combinado que aterrorizó a los rivales durante buena parte de finales de los 60 con un juego al límite y que en ocasiones derivaba en la más pura y dura violencia. Bilardo inicio su trayectoria en los banquillos en el propio Estudiantes al que salvó de categoría cuando las horas bajas le llegaban y luego entrenó con éxito en Colombia, al Deportivo de Cali. En sus equipos demostraba las enseñanzas de Zuebeldia; un gusto por la seguridad defensiva y la contundencia en ataque, el trabajo y esfuerzo al mismo nivel del talento individual y el recurso al “otro futbol” cuando resulta necesario (simular lesiones, perder tiempo, ser duro cuando el árbitro lo permite….).

Bilardo inicio su trayectoria en los banquillos en Estudiantes al que salvó de categoría cuando las horas bajas le llegaban y luego entrenó con éxito en Colombia, al Deportivo de Cali. En sus equipos demostraba las enseñanzas de Zuebeldia; un gusto por la seguridad defensiva y la contundencia en ataque

Menotti siguió con su buena estrella al ganar el Mundial juvenil de Japón en 1979, ya con Maradona en el equipo, pero en la siguiente gran cita, el Mundial de España de 1982 las cosas se le torcieron y Argentina decepcionó. De forma paralela Bilardo volvía a su tierra para hacer campeón Metropolitano a “su” Estudiantes de la Plata y cotizaba muy alto entre los técnicos de esos lares, hasta el punto de que la Federación argentina le ofreció el puesto de seleccionador. Era un cambio radical en cuanto a enfoque del combinado nacional que gracias a “El flaco”, como se le conocía ya saliente seleccionador, había conseguido prestigio internacional. Pero en el fiasco español ya habían aparecido voces clamando contra la indisciplina y la poca afición al trabajo de Menotti y sus ayudantes. Bilardo era el polo opuesto: su obsesión era controlarlo todo y no dudada en echar las horas que estimase necesarias.

Nada más ser nombrado seleccionador Bilardo decidió hacer una gira por Europa, para ver a potenciales seleccionados que jugaban en el continente y estudiar el futbol de esos lares (eran épocas en los que la televisión no llegaba con la amplitud de ahora). Y eso que la Federación argentina le dijo que muy bien, pero que tenía que costearse el viaje él mismo, cosa que hizo sin dudarlo. Menotti acababa de ser nombrado entrenador del Barcelona, en sustitución de Udo Lattek y allí iba a entrenar a Maradona. El técnico entrante consideró importante tener unas palabras con su predecesor. A pesar de sus visiones contrapuestas de lo que era entrenar, hasta entonces no habían tenido ninguna controversia. Se vieron, parece ser, en un hotel de Barcelona en donde Menotti le dio consejos a Bilardo sobre cómo proceder y se despidieron cordialmente.

Pero esa reunión en apariencia rutinaria e un tanto intrascendente terminó por desatar una tormenta. A Menotti le molestó comprobar que ninguna de sus indicaciones fueron seguidas por su sucesor y éste se enfadó bastante cuando ”El flaco” filtró algunos detalles de esa charla. Tras perder la selección argentina un partido amistoso contra el modesto Valladolid, Menotti habló de ridículo y Bilardo respondió airado que al llegar a la selección se había encontrado un solar. Fue el inicio de una batalla que se extendería durante décadas y que la prensa se encargó de vender (quizá de forma algo artificial) como un duelo filosófico más que futbolístico: la creatividad frente a la destrucción de las tácticas, el amor por el juego considerado como un espectáculo frente al mero resultad ismo, la protección del talento frente a la reivindicación permanente del esfuerzo como elemento catalizador de los éxitos. Futbol de izquierdas frente a futbol de derechas. Con todos sus elementos de construcción mediático-festiva, el debate de menottistas y bilardistas dio una dimensión cultural al futbol muy estimulante. De hecho, en tierras españolas el Menottismo y alguno de sus discípulos (Valdano o Angel Cappa) vivió una guerra parecida con Javier Clemente cuando este entrenó al Athletic de Bilbao y la selección española.

Las trayectorias de ambos entrenadores son increíblemente simétricas: los dos fueron buenos jugadores, empezaron a entrenar casi al mismo tiempo, labraron su prestigio con un campeonato argentino (Huracán en el caso de Menotti y Estudiantes por parte de Bilardo), cogieron a selecciones en crisis y las llevaron a su máximo logro y tras dejar el combinado nacional no vivieron precisamente grandes éxitos, ambos entrenaron en España (Barcelona y Atlético, Menotti y Sevilla Bilardo) en donde quizá no triunfaron plenamente pero dejaron un legado que pondría las bases de futuras épocas triunfales de ambos equipos

Bilardo igualó a Menotti en 1986 cuando de la mano de Maradona (nunca mejor dicho), acompañado por los Pumpido, Ruggeri o Valdano, llevaba a Argentina a su segundo mundial celebrado en México, donde el 10 cuajó la que seguramente ha sido la mayor exhibición individual de un futbolista en un campeonato del mundo, concluida con una agónica victoria contra Alemania en la final (3-2). El triunfo del modelo alternativo, pues, avivó aún más la polémica. El pragmatismo bilardista fue llevado al límite  en la siguiente cita mundialista en 1990, en Italia, cuando alcanzó de nuevo la final pese a jugar de forma horrorosa la mayoría de los partidos. En esta ocasión se volvió a enfrentar a Alemania, pero un dudoso penalti le cerró las puertas de un nuevo triunfo. Pese al buen papel, muchos argentinos recelaron de una selección que ejercía un juego tan feo y poco atractivo.

Lo realmente relevante del asunto es que las trayectorias de ambos entrenadores son increíblemente simétricas: los dos fueron buenos jugadores, empezaron a entrenar casi al mismo tiempo, labraron su prestigio con un campeonato argentino (Huracán en el caso de Menotti y Estudiantes por parte de Bilardo), cogieron a selecciones en crisis y las llevaron a su máximo logro y tras dejar el combinado nacional no vivieron precisamente grandes éxitos, ambos entrenaron en España (Barcelona y Atlético, Menotti y Sevilla Bilardo) en donde quizá no triunfaron plenamente pero dejaron un legado que pondría las bases de futuras épocas triunfales de ambos equipos: el futbol de toque del Barça y la seriedad y contundencia sevillista tan comunes los mejores momentos de ambos. Menotti fue tachado de ser más bien vago y querer entrenar solo por las tardes para disfrutar de la noche y Bilardo fue crucificado como antideportivo y marrullero por el famoso “písalo” con el que respondió airado a la atención que el sanitario del Sevilla dispensaba a un rival con una brecha en la cara. A fecha de hoy Guardiola se proclama admirador del Flaco y Simeone reivindica la importancia del “narigon” en su formación.

Pero por encima de todo, siguen siendo los únicos técnicos que han llevado a Argentina a la tierra prometida del Campeonato del Mundo. Cada uno a su manera y conforme a su estilo. Porque en esto lo realmente importante es ganar claro está.

 

1 thought on “Menotti vs Bilardo. Un duelo histórico con un inicio en tierras españolas

  1. El fiasco de la AFA en 1974 sumado a la necesidad de la dictadura de “incrementar el circo” hicieron que se decretará que jugadores afectados a la selección, no podían ser vendidos al exterior para garantizar la formación de un equipo. La selección entrenaba uno o dos días por semana en diversos predios. La excepción a la norma fue Kempes. Para 1986, Bilardo armó un equipo con jugadores de la liga argentina para reunirlos con frecuencia. En sus diferencias filosóficas del fútbol, apenas coincidieron en eso (las excepciones de Bilardo fueron Valdano y Maradona, obviamente). Muy buena nota que refleja fielmente esas épocas de la albiceleste)

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