Este artículo repasa la historia moderna del calcio, desde su momento de esplendor en las últimas décadas del s XX y su posterior decadencia, hasta su actual recuperación y pugna por volver a la élite futbolística.
Entre los primeros recuerdos que conservo como aficionado al fútbol, siendo poco menos un niño de 10 años, fue el descubrimiento en una antigua grabación en VHS del magnetismo del calcio, en un resumen de la temporada 90/91 del campeonato italiano ganado por un equipo humilde, la Sampdoria capitaneada por los dos menudos delanteros Gianluca Vialli y Roberto Mancini. A este recuerdo primigenio le debo mi afición al Inter de Milán, capitaneado por el que fue mi ídolo de juventud, Walter Zenga y los tres reciente campeones del mundo por Alemania, Matthaus, Klinssman y Bremen. En un partido trepidante, el equipo interista chocó una y mil veces contra un portero inconmensurable llamado Gianluca Pagliuca, que con su actuación santífica, terminó por dar al equipo genovés el único título de sus vitrinas. Además, contemplé la decadencia del Milán de Sacchi y sus tres pilares holandeses Rijkaard, Gullit y Van Basten, y el hundimiento del reinado de Maradona en el Nápoles, explotando sus escándalos con la cocaína y episodios múltiples de corrupción que afectaban a altos cargos políticos y empresarios de la ciudad del sur de Italia. Por si fuera poco, un joven Roberto Baggio firmaba su primer gran contrato con la Juventus, cuajando un irregular campeonato, algo que le acompañaría en su entera carrera futbolística, hasta encontrar su paz anhelada en un modesto club de una pequeña ciudad Lombarda, el Brescia, donde coincidiría con Pep Guardiola. El profundo impacto que me proporcionó ese campeonato se debía a que por aquél entonces, el fútbol italiano era considerado la cumbre del balompié mundial, una liga donde los mejores clubes del mundo se disputaban un torneo trufado de jugadores mitológicos y en la que más de cinco equipos partían como claros favoritos.
El fútbol italiano era considerado en los ochenta y noventa la cumbre del balompié mundial, una liga donde los mejores clubes del mundo se disputaban un torneo trufado de jugadores mitológicos.
Por aquél entonces, la Liga española, más allá de un Madrid post “Quinta del Buitre” y un Barcelona en la antesala del éxito Cruyffista, miraba hacia Italia como aquel hermano menor que es testigo de las hazañas de su familiar desde una lejana barrera. Incluso miembros encumbrados de la fulgurante Quinta como un Rafael Martín Vázquez en su apogeo futbolístico, decidió apostar por el calcio, vistiendo la camiseta del modesto Torino, vecino de la Juventus en un momento en que el mero hecho de jugar en el calcio era una pátina de distinción, una marca curricular que representaba la excelencia, pese a pertenecer a un equipo periférico y menor. Otros jugadores oriundos que apostaron por el mayor escaparate futbolístico de los años 90, fueron Gaizka Mendieta, que había tocado el cielo con el Valencia con la consecución de la Copa del Rey de 1999 y el jovencísimo Iván de la Peña en el equipo romano de la Lazio. El fracaso de estos, motivado por factores diversos, engrandeció la leyenda negra del encaje de los futbolistas españoles en otras ligas europeas, únicamente paliado en estos últimos años con el éxodo de jugadores a la Premier, vinculado a los éxitos de la selección española en las competiciones europeas y mundiales. Fuera de este conjunto de excelsos jugadores, se da la paradoja de que el único futbolista español que ha triunfado en el scudetto italiano es Borja Valero, tanto por su continuidad como por su arraigo en la ciudad de Florencia, y que hoy milita en las filas del Inter de Milán.
El fulgor en la Serie A fue incontestable durante la década de los 90, donde incluso equipos de ciudades modestas como el Parma, consiguieron hacerse un hueco en la élite nacional y europea, con una delantera inolvidable formada por el sueco Brolin y el colombiano Asprilla. Sin embargo, la pujanza de la Premier League y la Liga española, así como la cascada de escándalos conocido como el Moggigate (compra de partidos y apuestas ilegales afectando de manera mayoritaria a dirigentes de la Juventus de Turín), supusieron la postergación de un campeonato que había alcanzado la excelencia pero que llevaba años perdiendo el fulgor de antaño, únicamente representado por el Milán dirigido por Ancelotti y liderado por jugadores como Seedorf o Kaká.
Aquejado de ser una liga displicente con el fútbol estético y entregado como uno de sus puntos cardinales al catenaccio y la ortodoxia defensiva, la serie A vio difuminado su atractivo y visibilidad justo cuando la Internacionalización futbolística se producía de manera inexorable. Únicamente el periodo Mourinhista en el Inter, proclamándose campeón de la Champions en 2010 y la sempiterna presencia dominante de la Juventus en la arena nacional y europea, han logrado mantener la relevancia de un campeonato en plena decadencia, aquejado asimismo de una selección azzurra huérfana de talento y hambre de títulos después de su victoria en el mundial de Alemania en 2006.
El momento actual, sin embargo, se dan los factores para un “resorgimento” a todos los niveles. Desde un impulso de marketing y visibilidad mediática con la contratación de Cristiano por la Juventus, pasando por el momento futbolístico espectacular del Nápoles de Ancelotti (expulsado de la última fase de grupos de la máxima competición europea de forma agónica por dos gigantes como Liverpool y PSG), hasta la recuperación de clubes que habían recorrido una larga etapa en el desierto como el Inter del delantero Icardi o una Roma con Monchi en los despachos y que ya el curso pasado fue semifinalista de la Champions, vaticinan reverdecer viejos laureles. Pese a la hegemonía aplastante de la Juventus en la arena doméstica, (su victoria más que probable este año supondría su octavo scudetto consecutivo), el resto de históricos van recuperando la competitividad perdida estos últimos lustros.
El campeonato italiano no es solo una cuestión de fútbol, sino una forma de comprender profundamente la idiosincrasia de una nación.
Como escribió Enric González en “Historias del calcio”, el campeonato italiano no es solo una cuestión de fútbol, sino una forma de comprender profundamente la idiosincrasia de una nación. La “serie A” camina con paso firme para recuperar su corona perdida.
Este articulo ha sido escrito por Jaime Brigido Ramirez