La celebración del Mundial de Qatar supone la vuelta de la competición entre competiciones: el campeonato del mundo. Desde su primera edición en 1930, casi un siglo de anécdotas, epopeyas deportivas, momentos dramáticos e imágenes inolvidables han jalonado los terrenos de buena parte de la geografía mundial que se ha visto colonizada por el fútbol durante alguna semanas. Iniciamos una serie de retratos que desenpolvan algunas historias en torno a tan magno acontecimiento

En 1982 España organizaría el Campeonato del Mundo. Era un acontecimiento muy destacado para la nación española. Se llevaban apenas cinco años de democracia y un solo año antes, se había producido un golpe de estado, aunque casi de pandereta. El terrorismo hacía estragos y había no pocas dudas de la capacidad organizativa de una nación que por aquel entonces estaba fuera de las comunidades europeas y se asociaba todavía con el sur subdesarrollado de Europa.

Pese a todo se trataba de un país en el que el fútbol era la locura nacional, tenía equipos muy importantes y estadios grandes, aunque un tanto obsoletos, lo cual favorecía notablemente a una de las novedades mas importantes de aquel Mundial: por primera vez estaría compuesto por veinticuatro equipos.

La selección española no inspiraba mucha confianza. Sus resultados eran muy pobres desde su triunfo en la Eurocopa de 1964. Solo se había acudido a dos de los cuatro últimos mundiales y en ambos (1966 y 1978) no se superó la primera ronda. Pese a todo había un motivo para el optimismo, por muy tangencial que pareciera, tres de los últimos cuatro campeones (Inglaterra, Alemania y Argentina) eran equipos anfitriones.

Y es que se percibía desde hace tiempo que a la selección que jugaba en casa les solían venir las cosas rodadas: de forma poca misteriosa sus sedes de partidos eran bastantes favorables, los arbitrajes mas bien benévolos y los grupos iniciales no solían dar muchos problemas para clasificarse para las siguientes rondas. Aunque luego había que tener calidad, claro está, y las tres campeonas referidas ostentaban la misma. Con todo, hubo bastante sensación de ventajas poco claras en los triunfos de Inglaterra en el 66 y Argentina en el 78, especialmente. A los primeros se les permitió jugar en Wembley todos los encuentros y en la final contra Alemania, un gol que nunca entró de Hurst decidió el desenlace. En el caso argentino siempre hubo sospechas bastante fundadas que la dictadura militar procuró un resultado favorable, al no unificar los horarios de la última jornada, en el que se jugaba la clasificación para la final con Brasil, y que desembocó en el controvertido 6-0 a Perú.

La selección española no inspiraba mucha confianza. Sus resultados eran muy pobres desde su triunfo en la Eurocopa de 1964. Solo se había acudido a dos de los cuatro últimos mundiales y en ambos (1966 y 1978) no se superó la primera ronda. Pese a todo había un motivo para el optimismo, por muy tangencial que pareciera, tres de los últimos cuatro campeones (Inglaterra, Alemania y Argentina) eran equipos anfitriones.

En esa selección española de 1982 había unos mimbres en teoría estimables, aunque era notorio que el futbol español no producía precisamente muchas figuras internacionales. Eran los años dorados de la Real Sociedad, campeona de las últimas dos Ligas, y por ende el equipo esta lleno de realistas: Arconada, Zamora, Uralde, Lopez Ufarte, Satrustegui y Perico Alonso. A ellos se les unían los madridistas Juanito, Santillana y Camacho o los barcelonistas Alexanco, Quini o Sánchez y una serie de jugadores procedentes de diversos equipos: Joaquín del Sporting, Gordillo del Betis, Saura del Valencia…..Eran buenos peloteros, pero ninguno de ellos sobresalía de verdad. El entrenador Emilio Santamaría, había destacado en el banquillo del Español, pero tenía mejor currículo como jugador que como técnico. Además, algunos rumores habían apuntado a una posible dimisión unos meses antes del mundial. En la concentración tomó la controvertida decisión de prescindir del rojiblanco Quique Ramos, uno de los futbolistas quizá mas en forma del país, con la explicación de llevar tres porteros, algo un tanto incoherente si se tenía en cuenta que Luis Arconada iba a ser indiscutible en la portería.

Siguiendo la tradición indicada la organización procuró que España llegara lo mas lejos posible. El sistema del mundial preveía seis grupos de cuatro equipos. Los dos primeros de cada uno de ellos pasarían a otra fase de cuatro grupos de tres . El campeón de cada uno jugaría las semifinales. A España le tocó una fase previa mas que asequible a jugar en Valencia: Honduras, Irlanda del Norte y Yugoslavia. Un traje a medida para disputarse el primer puesto del grupo con los yugoslavos, viejos rivales. Pero es que, además, el campeón del grupo estaría encuadrado en una segunda fase en la que, presumiblemente, si los resultados seguían su lógica, no iría ninguna de las grandes favoritas. Esto implicaba un camino que se suponía asequible para alcanzar las semifinales. A esto hubo que añadir una campaña periodística empeñada en vender a la selección como una concentración de talento superior.

Momento que los jugadores yugoslavos protestan que el árbitro mandara repetir el lanzamiento de penalty a favor de España, que, en esta ocasión, sería gol de jugador español (2i).

Por eso pocos estaban preparados para lo que se avecinaba. En el primer partido una impotente España apenas pasaba del empate (1-1) ante Honduras. La imagen es pésima y algunos jugadores declaran que han estado muy cansados durante el partido. Años mas tarde bastantes integrantes de aquel combinado señalaron que la concentración del equipo en los Pirineos había sido desastrosa, al no acostumbrar a los jugadores a las altas temperaturas que se iban a sufrir en la sede valenciana. En la segunda jornada se juega la clasificación ante Yugoslavia, el único rival a priori difícil del grupo. Comienzan marcando los balcánicos y la inquietud crece en el estadio y los aficionados. ¿Sera posible la humillación de caer en la primera fase?. Pero entonces una internada de Perico Alonso es cortada en falta por un defensa yugoslavo al menos un metro fuera del área. Ante el regocijo del público el arbitro señala la pena máxima. Lo lanza López Ufarte y falla; pero el colegiado danés Sorensen que ya definitivamente viste la casaca roja lo manda repetir. Juanito no yerra y en la segunda parte un gol del valencianista Saura da la victoria y la clasificación. Queda sellar el primer puesto del grupo venciendo a Irlanda del Norte algo que parece fácil, y mas con el viento arbitral que se percibe. Así lo deben entender los irlandeses que en la previa al partido disfrutan de la noche valenciana a tope frente a la sesuda concentración hispana. A la hora de jugarse el mismo, mas ventajas: Donaghy es expulsado y vale con una victoria por la mínima ante un rival de segundo nivel y con un jugador menos. Pero nada mas comenzar el segundo tiempo Hamilton se interna por la banda izquierda y saca un centro que Arconada, teórico portero imbatible, no logra blocar y el delantero Armstrong fusila el 0-1. El resto del partido es una demostración de impotencia española que no logra revertir ni el apoyo incondicional de la grada. Los Juanito, López Ufarte y compañía han sido un sombra casi dantesca.

El ser segundo de grupo tiene consecuencias y no agradables: España se tiene que encuadrar en la segunda fase en el grupo con Alemania e Inglaterra a jugar en el Santiago Bernabéu. A poca distancia, en el Vicente Calderón, se juega una liguilla entre Francia, Austria e Irlanda del Norte en el grupo donde todo estaba planeado en que estuviese España. Una diferencia evidente. Para entonces la prensa es inmisericorde con Santamaría y la selección. Del mejor equipo del mundo se ha pasado a una banda que reedita viejos desastres de los combinados españoles.

En la segunda fase se mejora la imagen, pero los resultados no cambian. Inglaterra y Alemania empatan a cero, de tal forma que el cruce de Alemania con España tiene consecuencias claras: el que pierda queda fuera. Arconada vuelve a quedar señalado: no consigue detener un tiro duro de Foerster, y el hábil Littbarski remacha el 0-1. Fisher aumenta la distancia y el gol postrero de Zamora apenas da algo de emoción al final. El último partido es una penitencia ante Inglaterra, sin posibilidades de clasificación la labor española se limita a jugar el partido mas decente de todo el campeonato y empatar sin goles ante los pross, que se ven superados por Alemania que jugaría las semifinales, a pesar de desempeñar, probablemente, menos méritos reales (Inglaterra había sido ganador de un grupo inicial en el que estaba encuadrado Francia). Los alemanes eliminaron a Francia en una vibrante semifinal pero perderán claramente ante Italia la final en el propio Bernabéu. En realidad el sistema del Mundial no volverá a usarse, ya que las liguillas provocaron algunas distorsiones no deseadas; por ejemplo en Barcelona, durante la segunda fase en el Camp Nou con capacidad para 120.000 personas había media entrada en una liguilla entre Polonia, Unión Soviética y Bélgica, mientras que en el Estadio de Sarria, con la mitad de aforo, disputaron sus encuentros nada menos de Argentina, Brasil e Italia. Como ya sucedió en Argentina 78, la falta de unidad de horarios en jornadas decisivas dio lugar a resultados sospechosos: Alemania y Austria empataron a cero en Gijón, cosa que les beneficiaba a ambos en perjuicio de Argelia, entre el enfado monumental del publico que llegó a colapsar el hotel donde se alojaban los germanos para increparlos.

Para España el Mundial dejó sensaciones contradictorias: una buena organización y una selección de desastre que realizó el peor papel nunca hecho por un equipo anfitrión.

Para España el Mundial dejó sensaciones contradictorias: una buena organización y una selección de desastre que realizó el peor papel nunca hecho por un equipo anfitrión. Santamaría nunca volvió a entrenar y buena parte de los jugadores seleccionados no volvieron a ser convocados. Su sustituto, Miguel Muñoz, realizó una profunda transformación del bloque. En palabras de unos de los grandes damnificados de la cita, Roberto López Ufarte “aquello fue como pretender jugar como el Real Madrid con la Real Sociedad”. La conclusión general es clara: España no cuenta con jugadores de entidad, tal y como demuestra los continuos fracasos de la selección. A mediados de los 80, los jugadores españoles empezarán a mejorar el nivel técnico para poder competir.

Pero al menos el éxito organizativo deja bien claro que España esta preparada para desafíos propios de la modernidad: una década después los Juegos Olímpicos de Barcelona serán todo un hito que demuestran ante la opinión pública internacional la transformación del país.

 

Leave a comment.

Your email address will not be published. Required fields are marked*