Argentina había salido campeona del mundo en 1986 de la mano de un descomunal Maradona y con Bilardo en el banquillo, pero luego no había demostrado el mismo poderío. Le fue mal en las Copas de América de 1987 y 1989, y en la propia nación argentina la albiceleste desataba sentimientos contradictorios: el debate de menottistas y bilardistas seguía en todo lo alto.

Para la cita en tierras italianas de 1990 seguía contando con el astro en su plenitud profesional, aunque con matices. Esa misma temporada había llevado al Nápoles a un nuevo Scudetto, pero mostraba problemas de sobrepeso y un estado físico un tanto renqueante, con dolencias en los tobillos. Sin el 10 el resto del equipo no presentaba un perfil demasiado alto. Solo el delantero Caniggia, muy veloz y desequilibrante, acreditaba unas credenciales de calidad algo equiparables. De hecho, Bilardo tuvo que rescatar a un veterano como Gabriel Humberto Calderón para completar la lista y hasta intentó, sin éxito, la vuelta de Jorge Valdano que se había retirado del fútbol en 1987 por una hepatitis.

La cita mundialista en Italia fue objeto de criticas feroces desde el comienzo del campeonato por el juego desplegado por las diferentes selecciones. Numerosos comentaristas insistieron que se trató de un Mundial de un nivel muy bajo en cuanto a calidad, pese a los nombres de fuste que acudieron al mismo. De entre todas las selecciones criticadas la que se llevó la palma fue la argentina. Comenzó con derrota (0-1) ante la sorprendente Camerún, luego ganó  2-0 a la URSS con nueva polémica al evitar Maradona un gol ruso gracias a las manos (era reincidente en el asunto) y apenas empató contra Rumania. Mostraba un juego bastante previsible que no tenía mas argumentos que lo que pudiera crear su capitán que no estaba en plena forma. Además en el segundo partido del mundial se lesionó su arquero titular Pumpido, y se tuvo que tirar del suplente, Sergio Goycoechea, que a la postre tendría un papel decisivo en el devenir de los acontecimientos.

La cita mundialista en Italia fue objeto de criticas feroces desde el comienzo del campeonato por el juego desplegado por las diferentes selecciones. Numerosos comentaristas insistieron que se trató de un Mundial de un nivel muy bajo en cuanto a calidad, pese a los nombres de fuste que acudieron al mismo.

El segundo puesto del grupo que estaba destinado a liderar tuvo como consecuencia un cruce poco deseado en octavos de final: nada menos que la Brasil de los Careca, Rocha, Alemao, Branco……Venia de ser campeona de América en 1989 y, por si fuera poco, Maradona tenía que jugar infiltrado a causa de sus dolencias. En esas condiciones el desarrollo del partido fue un monologo atacante carioca ante el que la albiceleste se defendía como buenamente podía. Se sucedían las ocasiones brasileñas pero el gol no llegaba. Pero en el minuto 36 del segundo tiempo Maradona coge el balón en la media, arrastra a los brasileños a su marcaje y los burla con una asistencia genial a Caniggia que fusila al meta brasileño. 0-1 y los favoritos a casa ante el asombro generalizado. En pleno segundo tiempo un jugador argentino es atendido, Branco defensa brasileño se interesa por él y el masajista argentino le ofrece agua, que este acepta gustosamente. Con posterioridad declararía haberse sentido mareado…..ante la sospecha que Bilardo pudo hacer echar sustancias relajantes en el agua. Un hito mas en su dudosa leyenda.

En cuartos de final se cruzan con Yugoslavia (como la URSS, fue el último campeonato en el que el viejo país competía como tal antes de la trágica guerra que lo asoló un año después). Es un partido horroroso y plúmbeo a más no poder; se dice incluso que el abuso que se hizo en el mismo de devolver la pelota al portero hizo a la FIFA decidirse definitivamente a prohibir esa practica y obligar a los cancerberos a usar los pies en esos lances. Llegan los penaltis y el desconocido Goycochea detiene dos llevando a su cuestionado equipo a las semifinales.

En las mismas espera la anfitriona Italia. El futbol trasalpino es la NBA del deporte rey desde hace unos años. El Milán de Sacchi y Berlusconi impone estilo en todo el mundo y las escuadras italianas son los reyes de Europa ya que concentran a casi todas las estrellas del momento. Y su selección es de muchos quilates: Maldini, Baresi, Zenga, Bergomi, Vialli….Nada parece detenerles para llegar a la gran final. Pero un hecho sorprendente juega una baza a favor de Argentina, la sede de las semifinales es el estadio San Paolo de Nápoles, el templo de Maradona. Los tiffosi napolitanos son claros: apoyarán a su ídolo y no a los azzurri . La selección italiana, como casi siempre, esta plagada de milanistas, juventinos e interistas, la Italia de norte que con tanto desdén mira al sur cuyo último símbolo es Nápoles. Maradona ha hecho campeón a los pobres de la parte baja del país a los que siempre se les ha visto como ciudadanos de segunda y estos no lo olvidan. La selección anfitriona no tendrá un apoyo encendido en las gradas.

En esas circunstancias el partido tiene un ambiente un tanto enrarecido. Se adelanta Italia con un gol de Schillaci, pero los sudamericanos, equipo sin juego pero canchero y competitivo, no se achican. En la segunda parte llegan a dominar el partido y en el minuto 67 un centro al área el rematado de cabeza por Caniggia que se anticipa a Zenga. Empate a uno y se llega a la prorroga. Pese a los intentos trasalpinos el marcador no se mueve y de nuevo las penas máximas van a decidir quien juega la final. Los dos equipos marcan los tres primeros, lanza el milanista Donadoni y falla, Maradona no yerra el suyo y el turno le toca al delantero del Inter Aldo Serena. Goycochea detiene y Argentina pasa ante la frustración de un país que acusa a los napolitanos de traición a la patria.

En los prolegómenos iniciales  el publico romano (que esperaba a los suyos en la final) abronca el himno argentino. Las cámaras captan la imagen de Maradona llamando a los que abuchean “hijos de……”. Para colmo el partido final es muy malo acorde con todo el campeonato.

La final es contra Alemania, de largo el mejor equipo del mundial, aunque quizá esto no sea decir mucho por el nivel general mostrado. Por primera vez se repite una finalísima en dos mundiales seguidos. Para los europeos en la tercera final seguida, tras las derrotas del 82 ante Italia y del 86 ante el mismo rival de ahora. Casi todos desean una victoria germana por la manera en que Argentina ha llegado a la final. Con apenas dos goles en tres partidos y dos tandas de penaltis. Además la dureza albiceleste ha provocado un sinfín de bajas para la final: Caniggia, Olarticoechea, Giusti y Batista. La animadversión hacia los finalistas se muestra en los prolegómenos iniciales en que el publico romano (que esperaba a los suyos en la final) abronca el himno argentino. Las cámaras captan la imagen de Maradona llamando a los que abuchean “hijos de……”. Para colmo el partido final es muy malo acorde con todo el campeonato. Lastrados por las ausencias y el estado físico de su capitán los argentinos renuncian descaradamente a jugar y buscan otro empate que les lleve a los penaltis.

En el segundo tiempo el juego deriva cada vez mas a la violencia y Dezotti es expulsado por una dura entrada al delantero alemán Klinsmann. A falta de cinco minutos Voeller es derribado en el área por un leve contacto y el arbitro señala un riguroso penalti que transforma Andreas Brehme. Esto hace desbarrar a los de Bilardo que concluyen el partido increpando al arbitro que expulsa a otro jugador, Monzon. Es la primera vez en la historia en hay expulsados en la final del Campeonato del mundo. Alemania gana su tercer Mundial y buena parte de prensa y aficionados respiran aliviados ya que una victoria argentina hubiese supuesto casi en triunfo de las tinieblas futbolísticas. Los detractores y defensores de Bilardo encuentran argumentos para reafirmar sus tesis: los primeros señalan que esa forma de jugar es indigna de un país con una tradición futbolística gloriosa, los segundos que ha estado a punto de volver a ganar un Mundial con un equipo con ausencias importantísimas y solo ha cedido con un penalti injusto. En 2014 se volverán a ver las caras las dos selecciones en una final, y Alemania se llevara el titulo en la prorroga imponiéndose al otro gran mito argentino, Leo Messi.

Bilardo abandonaría la selección tras el campeonato y Maradona iniciaría unos meses mas tarde el descenso a los infiernos de su caída a las drogas. Aunque volvería a jugar, sus mejores días pasaron a la historia. Algunas encuestas ha señalado a la selección Argentina de 1990 como el equipo mas odiado y antipático de la historia.

 

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