Atlético de Madrid 3 Athletic de Bilbao 1, 21 de mayo de 2017. Aquel partido fue el último en el Vicente Calderón. Tal vez aquel encuentro supuso el transito definitivo a una nueva vida tanto para el narrador como para su equipo, el Atlético de Madrid. 

Madrid transitaba con calma la primavera. Era 21 de mayo de 2017. Alejandra y yo teníamos tarde de fútbol. A pesar de haber estrenado la paternidad hacia menos de dos años, aquel domingo no sería de niños. Ese día se lo íbamos a dedicar a nuestro querido amigo, Vicente.

El plan era el de siempre. Pero no seria igual que otras veces. Éramos conscientes que sería la última vez. Aquella tarde, nuestro Atleti, disputaba su último partido en el Vicente Calderón. Nuestro estadio desaparecía. Aquel trozo de hormigón donde nuestros corazones latían con pasión, se despedía. Aquella mágica tribuna donde nuestros labios besaban goles eternos, desaparecía. Las despedidas nunca son fáciles, esta no sería una excepción.

El plan era el de siempre. Pero no seria igual que otras veces. Éramos conscientes que sería la última vez. Aquella tarde, nuestro Atleti, disputaba su último partido en el Vicente Calderón.

Aquel domingo de mayo fue la ultima vez que Alejandra y yo aparecimos con rayas rojiblancas en la cava baja. Volveríamos al lugar, pero sin casaca colchonera. Durante años, para nosotros toda aventura atlética comenzaba ahí. Una caña, dos y casi siempre tres. Algún día cuatro. Que más da. Salmorejo en la Perejila y un arroz en Casa Lucas. Pincho en la Txakolina y a disfrutar del Atleti de Madrid. Embriagados llegábamos a Puerta de Toledo, bajamos a Pirámides y acabamos entrando en Paso de los Melancólicos. Aquella tarde de mayo se repitió la historia.

Con cierta tristeza entramos por ultima vez en la puerta treinta y uno del Vicente Calderón. Subimos las escaleras y llegamos al segundo anfiteatro. Al fondo la única grada techada del Estadio. Nos sentamos en las butacas blancas que nos habían dado cobijo durante los últimos seis años. Vimos emocionados como Margarita depositaba por ultima vez un ramo de flores en un córner. Aquella esquina en la que un tal Milinko Pantic nos llevó a la gloria del doblete.

Emocionados, como casi todos los aficionados colchoneros, participamos en un mosaico para la historia. ‘Paseo de los Melancólicos, Manzanares, ¡cuánto te quiero!’. El partido comenzó. El rival era nuestro ancestro, el Athletic Club. Papa también venia a despedirse. Aquel día, el resultado sería lo de menos. Ver por última vez el Calderón impregnaba todo con el aroma de una derrota. Pero el Atleti no quiso despedirse así de Don Vicente. Ganó aquel emotivo partido. Fernando Torres, el niño eterno, hizo dos goles. Pero el ultimo en marcar fue un Ángel, apellidado Correa.

Al terminar los noventa minutos hubo fiesta de despedida. El césped se tiñó de rojo y blanco. El confeti voló por el Estadio. Los emblemas del club pisaron por última vez el campo. Pereira, Ufarte, Futre o Caminero.  Retumbaron por última vez los tambores indios a orillas del Manzanares. Alejandra y yo no queríamos salir. En realidad, nadie quería salir. Pero llegó ese momento. Resignados bajamos aquellas escaleras por última vez. Fue entonces cuando fuimos conscientes que ya nada volvería a ser como antes.

Ya no volveríamos a gritar los goles de nuestro Atleti con nuestro amigo Vicente. Nunca mas los Rolling, AC/DC o U2 volverían atronar sus acordes en su salón. Una parte de mi vida se quedaba ahí. Me acordé de mi abuelo. Fue él quien me lo presentó por primera vez allá en los años ochenta. Mi infancia, mi adolescencia, mi juventud se despedían para siempre de él y posiblemente también de mí.

Ya no volveríamos a gritar los goles de nuestro Atleti con nuestro amigo Vicente. Nunca mas los Rolling, AC/DC o U2 volverían atronar sus acordes en su salón. Una parte de mi vida se quedaba ahí. Me acordé de mi abuelo. Fue él quien me lo presentó por primera vez allá en los años ochenta. Mi infancia, mi adolescencia, mi juventud se despedían para siempre de él y posiblemente también de mí. Aquel 21 de mayo de 2017 lo vi hermoso por ultima vez. Y así le quiero recordar siempre, Don Vicente. ‘Paseo de los Melancólicos, Manzanares, ¡Cuánto te quiero!’. Pase lo que pase y esté dónde esté, Don Vicente, siempre será mi estadio. El que me enseñó a vivir el fútbol con pasión y a pintar la vida con rayas rojiblancas.

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