En 2030 España organizará un nuevo Mundial de fútbol. Esta designación nos ha hecho recordar 1982, cuando nuestro país organizó por primera vez el Campeonato Mundial de futbol. Cincuenta años después tocará afrontar un reto similar pero con objetivos completamente distintos.  

España ha sido designada junto con Portugal y Marruecos para organizar la fase final del Mundial de fútbol de 2030. No es la primera vez que nuestro país organiza un Mundial. En 1982 el Campeonato del Mundo se disputó en los estadios de nuestras ciudades. Si bien, la España de principios de los ochenta era diametralmente diferente a la actual. Siendo conscientes de los profundos cambios sociológicos que se han producido en nuestro país en estos casi cuarenta años, parece buen momento para hacer una retrospectiva de cómo era España durante 1982.

El contexto político de la España de principios de los ochenta era perturbador. Nuestro país apenas llevaba unos años caminando por el sendero de la Constitución. Éramos una democracia que germinaba con dificultades tras casi cuarenta años de dictadura militar. De hecho, en 1981, nuestra incipiente democracia sufrió un infructuoso golpe de Estado. El país vivía sumido en una profunda y eterna crisis económica. La inflación vivía descontrolada y el desempleo alcanzaba máximos históricos. Además, la sociedad española era golpeada con frecuencia por la sinrazón del terrorismo. Entre 1978 y 1982 ETA asesinó a cerca de trescientas personas. Por desgracia no era el único grupo armado que en aquellos años actuaba en nuestro país. España sufría también del terrorismo revolucionario del Grapo y la violencia sanguinaria de los grupos de extrema derecha neofascista como Guerrilleros de Cristo Rey o Batallón Vasco Español.

Organizar un mundial en ese entorno era un reto delicado. No bastaba únicamente con dotar al país de infraestructuras deportivas y de medios de movilidad. No valía con construir estadios, campos de entrenamiento, aeropuertos o estaciones de autobuses. Era necesario también garantizar la seguridad de todos los aficionados.

Organizar un mundial en ese entorno era un reto delicado. No bastaba únicamente con dotar al país de infraestructuras deportivas y de medios de movilidad. No valía con construir estadios, campos de entrenamiento, aeropuertos o estaciones de autobuses. Era necesario también garantizar la seguridad de todos los aficionados. La tarea de liderar semejante desafío recayó en Raimundo Saporta. Un acreditado gestor deportivo. Mano derecha de Santiago Bernabéu en la dirección económica del Real Madrid. Saporta sufrió lo indecible para dar respuesta a la exigencia que enfrentaba el país. El estrés y la tensión que sufrió fue desmesurada. De hecho y según las crónicas de la época terminó enajenado tras presidir el Comité Organizador del Mundial 82.

Posiblemente la organización del mundial era un encargo inoportuno para nuestro país en 1982. España tenía retos mucho más profundos que afrontar al inicio de la década de los años ochenta.  Pero la elección de España como país organizador se había producido décadas antes. Concretamente en 1964, cuando la FIFA designó las sedes de los Mundiales de 1974, 1978 y 1982. Hay un punto paradójico en esta historia. La concesión del mundial fue otorgada a las autoridades franquistas. Posiblemente con la idea de estas de exaltar las bondades del Régimen. Pues bien, el Mundial 82, se convertirá, a la postre, en el mejor escaparate de la nueva democracia española.

España organizó un mundial en la que participaron catorce ciudades. Se remodelaron diecisiete estadios y se acondicionaron multitud de centros de entrenamientos. El Palacio de Congresos de Madrid ubicado frente al Estadio Santiago Bernabéu fue restructurado para convertirlo en el centro de prensa del torneo. En la capital se levantó también una nueva Torre de Telecomunicaciones, el popularmente conocido como “Pirulí”.  Su objetivo emitir la señal de los partidos a cualquier punto del mundo. El importe de inversión fue considerable.

Se estima que España cosechó alrededor de unos seiscientos millones de pesetas en pérdidas. El terrorismo latente en el país hizo que se tuviera que invertir gran cantidad de dinero en seguridad. Económicamente el Mundial de 1982 fue una ruina económica, si bien, fue un gran escaparate. España salió fortalecida del evento. Comenzó a proyectar una imagen de país desarrollado con gran capacidad de organización. Podemos decir por tanto que el objetivo principal se consiguió.

Desde el punto de vista social el Mundial 82 potenció la imagen de una España acogedora. Un país abierto al mundo con la necesidad imperiosa de sentir Europa como destino final. Para el imaginario colectivo quedará el icono pop de Naranjito, la mascota oficial del torneo. Un diseño muy cuestionado en aquellos años que hoy es un celebre símbolo vintage. Reconocible, incluso, en cualquier lugar del mundo.

Aquel Mundial también sembró en España una peligrosa semilla. Aterrizaron en nuestro país los temibles hooligans ingleses. Su vandalismo y su actitud contracultural hipnotizaron a cientos de jóvenes españoles. Desgraciadamente fueron un potente catalizador para la creación de los grupos ultras que proliferaran en los estadios españolas durante los años ochenta y noventa.

Desde el punto de vista social el Mundial 82 potenció la imagen de una España acogedora. Un país abierto al mundo con la necesidad imperiosa de sentir Europa como destino final.

Futbolísticamente el mundial de 1982 estuvo plagado de sorpresas. La selección española, bunkerizada y emparanoiada, por miedo a ser diana de cualquier atentado, fracasó. Como también lo hizo la argentina de un joven Maradona. Los jugadores de la albicelestes partieron de un país que se sentía victorioso en su guerra contra los ingleses en las Malvinas, para aterrizar en otro donde las portadas de los periódicas mostraban el calvario de los pibes a manos británicas. Un impacto difícil de digerir para unos simples futbolistas.

Aquel Mundial tuvo una figura, Paolo Rossi, el eficaz delantero italiano protagonizó una de las mayores hazañas futbolísticas de todos los tiempos. Fue un cinco de julio en Barcelona. En un paraje que hoy ya no existe. Un triplete de Rossi apeaba a la excelsa selección de Brasil capitaneada por Sócrates y Zico. Para muchos aquel encuentro disputado en el antiguo estadio de Sarria es el mejor partido disputado en un Mundial.

Italia que cosechó tres preocupantes empates en tierras gallegas, en la primera fase del campeonato, acabó proclamándose campeona. En un Santiago Bernabéu repleto de banderas italianas, Dino Zoff, alzó la copa del mundo al cielo de Madrid. Solo a escasos metros, Sandro Pertini, presidente de la República Italiana vibraba junto con los reyes de España por el triunfo de su selección.

Hoy, cuarenta años después, podemos decir que el Mundial de 1982 cambio España para siempre. Modernizó las infraestructuras del país, sin lugar a duda. Pero posiblemente el mayor legado que nos dejó fue la evidencia que España era un país capacitado para organizar con éxito un evento de semejante envergadura. España demostró ser una sociedad abierta al mundo. Un país que afrontaba el futuro con esperanza y con la necesidad histórica de olvidar las tinieblas del pasado.

En 2030, España afrontará por segunda vez, el reto de organizar un Mundial. Lo hará junto con nuestros países vecinos, Marruecos y Portugal. El contexto es radicalmente diferente al de 1982. Actualmente, España, es una democracia consolidada. Estado miembro de la Unión Europea desde 1985. El terrorismo por fortuna ya no causa estragos en nuestro país.

En 2030, España afrontará por segunda vez, el reto de organizar un Mundial. Lo hará junto con nuestros países vecinos, Marruecos y Portugal. El contexto es radicalmente diferente al de 1982. Actualmente, España, es una democracia consolidada.

Además, hoy España es un referente global en la organización de eventos deportivos. Uno de los países del mundo con mayor número de infraestructuras deportivas de calidad. Pose grandes estadios de futbol, numerosas instalaciones de entrenamiento e importantes centros de alto rendimiento. Del mismo modo, España, es una consolidada potencia turística. Es por tanto un país dotado de grandes infraestructuras de comunicación como aeropuertos, redes ferroviarias y una gran capacidad hotelera.

Esta vez España no afrontará la organización del Mundial como una reválida histórica. Ojalá nuestro país aproveche la oportunidad para potenciar un campeonato integrador y popular. Un torneo que pueda centrarse en lo realmente importe, el contexto social y deportivo del fútbol. Un Mundial accesible a todos. Con precios populares y punto de confraternización de aficionados. Por desgracia, los últimos Mundiales han sido alegorías a la ingeniería civil, al merchandising y a la opulencia.  Mundiales que se han jugado en latitudes con mucho musculo financiero pero con escasa tradición futbolística. El Mundial de 2030, se disputará en un paraje de fútbol. Ojalá consigamos hacer un Mundial que refleje un deporte integrador. Un arco iris para todos y todas. Una vanguardia que rompa tabús, fulmine estereotipos y que sea un vehículo más para romper discriminaciones de raza, género y condición sexual.

2 thoughts on “España y el Mundial. Recuerdos de 1982 y expectativas para 2030

  1. Excelente artículo Luis. Sin duda en el
    Mundial 2030 España será un gran protagonista en lo deportivo y cumplirá su rol organizador como gran anfitrión.

  2. Me alegra saber que España será el organizador de el mundial 2030
    Confío en que será una impecable organización de un País que evoluciona, ,aprende de los errores y avanza con altura de miras
    Muchas buenas vibras !!!

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