Junto con el Deportivo de la Coruña el Valencia fue la gran alternativa a los grandes a comienzos del siglo XXI. Al igual que los gallegos no pasa desde hace tiempo por su mejor momento, aunque su caída no es tan acusada. Fue un cambio radical de apuesta futbolística a comienzos de la temporada 97-98 la que supuso su vuelta a la élite.

Los éxitos de la mano de la estrella argentina Mario Alberto Kempes (Copa del Rey del 79, Recopa del 80), tuvieron un desenlace muy traumático. Tras bordear el descenso en la temporada 82-83 (le salvó una victoria en el último partido ante el Real Madrid), este se hizo efectivo en 1986. Fue solo un año en la división de plata, pero los grandes triunfos quedaban todavía muy lejos. Accedió a la presidencia Arturo Tuzón, que impuso una línea de coherencia económica y apuesta por la cantera que rentó pronto: en apenas dos años volvió a puestos europeos. En 1991 contrató a entrenador de lujo, el holandés Gus Hiddink, que mantuvo los buenos resultados durante dos temporadas, aunque no logró ningún título.

En 1994, tras una humillante derrota en la Copa de la UEFA, (7-0 en campo del Karlsruhe alemán) se precipitó la salida de Tuzón de la presidencia. Su sucesor fue Paco Roig, un industrial valenciano perteneciente a una destacada familia de los negocios (su hermano Juan sería con los años el rey de la distribución en España a través de Mercadona  y el otro vástago Fernando sería el alma mater del Villareal) que se encuadraba en el arquetipo de esos años de mandatario futbolístico: lenguaraz, con afán de protagonismo y que prometía fichajes de relumbrón y éxitos. Un Jesús Gil en pequeñito realmente.

Paco Roig accedió a la presidencia del club en 1994 y se podía encuadrar en el arquetipo de esos años de mandatario futbolístico: lenguaraz, con afán de protagonismo y que prometía fichajes de relumbrón y éxitos. Un Jesús Gil en pequeñito realmente.

Roig se encontró con un buen equipo y trajo entrenadores de mucho tronío para sus fines. Primero a Carlos Alberto Parreira que venía de ser campeón del Mundo con Brasil, pero la apuesta no funcionó y ni siquiera tuvo plaza en Europa, aunque llegó después de quince años a otra final, en este caso de la Copa del Rey, que perdió (2-1) ante del Deportivo, equipo al que había privado el año anterior de ganar la Liga al empatar en su campo la última jornada. Luego contrató a Luis Aragonés, que tras una segunda vuelta excelente rozó el título de liga en la 95-96, el año del doblete del Atlético de Madrid. Pero entre medias sufrió un golpe muy doloroso; su gran estrella el montenegrino Pedja Mijatovic, abonó su cláusula de rescisión para irse al Real Madrid. Desde entonces el club merengue sería visto con bastante recelo en el campo valenciano.

El presidente intentó compensar la pérdida con un fichaje no menos galáctico que el yugoslavo, nada menos que el brasileño Romario, un prodigio frente a la portería contraria. Pero llegó con sobre peso y pocas ganas de trabajar. Chocó desde el comienzo con Luis Aragonés, que no estuvo dispuesto a permitirle indisciplinas. Roig se puso del lado del brasileño y la consecuencia fue que Aragonés saltó del equipo. Para sustituirle tuvo una elección que causó sorpresa: Jorge Valdano con el que había mantenido alguna polémica dialéctica en su etapa como entrenador del Real Madrid.

Valdano era considerado como un técnico con querencia ofensiva y gusto por la posesión de la pelota; un discípulo de Menotti y Cruyff que se situaba en las antípodas del modelo de fútbol que propugnaba Aragonés, basado en el contragolpe. Romario encajaba mucho más en esa línea que con el entrenador madrileño, pero siguiendo su actitud no muy profesional pidió (y consiguió) ser cedido a un equipo brasileño. El argentino se encontró con un equipo muy alejado de su idea futbolística y sin su gran estrella de tal forma que sus resultados fueron más que decepcionantes; se acabó el año muy lejos de las posiciones que daban acceso a la Copa de la UEFA, el objetivo mínimo a cumplir

No obstante, consiguió convencer al mandatario de que era necesario una reorganización profunda de la plantilla y traer a jugadores más acordes a su modelo. Roig no tenía en mucha estima al entrenador, pero decidió hacerle caso. Había ganado la Liga con el Real Madrid un par de años antes y tuvo un buen desempeño en el Tenerife con carácter previo de tal forma que su historial le avalaba. De esta guisa salieron del equipo jugadores como Ferreira, Engonga, Karpin. Moya, Eskurza, Poyatos y Otero y llegaron Anglomá, Dujick, Luis Milla, Gerard, Carboní.o Ortega. Un verano antes se ha contratado a un joven y veloz delanterio argentino que terminará siendo mas que decisivo. Su nombre es Claudio Lopez.

Con los mimbres que había querido Valdano su inicio no pudo ser más desastroso: tres derrotas en los tres primeros partidos de la Liga 97-98. Encima en el último de ellos, en campo del Racing de Santander cometió el error de alinear a cuatro futbolistas no comunitarios dejando al equipo con un jugador menos. Fue cesado al instante. El hombre que había impulsado una transformación radical de la plantilla apenas duraba tres partidos. Pero lo más sorprendente fue conocer su sustituto; el italiano Claudio Ranieri un entrenador procedente del Calcio que se caracterizaba por imponer una férrea disciplina en el vestuario, y un gusto por las defensas cerradas y las salidas a la contra; lo opuesto al plan inicial de la temporada. En estas circunstancias el futuro de alguno de las principales apuestas de Valdano era mas que oscuro; Romario se negó a continuar en Valencia de ninguna manera y el “Burrito Ortega”el fichaje propugnado por el anterior inquilino del banquillo ché., un argentino muy habilidoso pero algo anárquico empezó a chocar con el entrenador trasalpino.

Lo más sorprendente fue conocer su sustituto del cesado Valdano; el italiano Claudio Ranieri, un entrenador procedente del Calcio que se caracterizaba por imponer una férrea disciplina en el vestuario, y un gusto por las defensas cerradas y las salidas a la contra; lo opuesto al plan inicial de la temporada.

Y de remate de la situación los resultados no llegaban tampoco del nuevo entrenador. Se sucedían las derrotas y tras una en casa ante el Salamanca, el presidente Roig ,cercado ante la presión de la grada, dimitía dando paso a su segundo Pedro Cortés. En la jornada 15, cerca de posiciones de descenso había una visita a Anoeta, en campo de la Real Sociedad; una derrota hubiese supuesto casi con toda seguridad el cese de Ranieri. Se empata a uno con gol de un joven jugador que desde hace años muestra destellos de calidad pero que va explotar definitivamente a partir de ahora, el centrocampista Gaizka Mendieta. Es el inicio de una resurrección en toda regla que tiene al propio Mendieta y al “Piojo Lopez” como protagonistas mas destacados. Las tornas empiezan a cambiar en la segunda vuelta del campeonato en la que los valencianos acumulan victorias hasta llegar a un punto de inflexión en su trayectoria: remontan nada menos que un 3-0 en el Camp Nou para terminar ganando 3-4, y semanas mas tarde asaltan el Bernabeú con su primera victoria en Liga en 14 años, 1-2. Una vez asentados los principios de Ranieri el potencial valenciano empieza a dar sus frutos. Se termina en novena posición, algo que se valora tras estar buena parte de la primera parte del año cerca del descenso.

Estos buenos indicios se confirman definitivamente el la siguiente temporada. Llega el meta Cañizares procedente del Real Madrid y supone la puntilla de un muy buen equipo, que tiene una línea defensiva experimentada y solida (Angloma, Carboni, Dujick y Roche), un centro del campo creativo (Mendieta, Milla y Farinós) y una delantera eléctrica por su rapidez y contundencia (Claudio López, Adrian Ilie y Vlaovic). Se cuaja una buena Liga que acaba con un meritorio tercer puesto y en la Copa del Rey realiza un gran slalom; deja en la cuneta a nada menos que Barcelona, Real Madrid (con un estruendoso 6-0 en la ida) y en la final arrasa al Atlético de Madrid, 3-0. Aparte del éxito, el club valenciano ha encontrado una línea de trabajo y estilo futbolísticos que le reportará grandes triunfos en los siguientes años. Contratará entrenadores de un perfil muy parecido a Ranieri, con gusto por la solidez defensiva y en trabajo colectivo por encima de las grandes individualidades, como son Héctor Cuper y Rafael Benítez. Recaudará grandes cifras por los traspasos de Claudio López y Mendieta que reinvertirá con bastante buen criterio, rozará la gloria europea en dos finales de Champions consecutivas y alcanzará el cenit de la mano de Benítez con dos triunfos en el campeonato de Liga de 2002 y 2004 en las que batirá a nada menos que el Real Madrid de los galácticos de Zidane, Figo, Ronaldo o Beckam.

Pero esta magnífica línea se quebrará a finales de la primera década del nuevo siglo. Las luchas intestinas por la dirigencia del club y una acusada crisis económica derivada de una gestión muy discutible terminaran haciendo mella en el equipo, que pese a todo de la mano de entrenadores como Quique Sánchez Flores o Unai Emeri, sigue realizando correctas campañas deportivas con clasificaciones para la Champions, aunque los títulos dejan de llegar a Mestalla. La compra del magnate chino Peter Lim abre expectativas de contar con un inversor potente que apueste por los éxitos deportivos; pero la realidad se torna en bien diferente. El nuevo dueño ha implantado una política de traspasos de los mejores activos e inversiones discretas que con la excepción del breve periodo con Marcelino García Toral al frente (2017-19) han apartado al club de los primeros puestos del campeonato, sin que parezca muy viable que vuelva a los mismos a corto plazo

 

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