Muchas generaciones de nuestro país crecieron jugando al fútbol con sus chapas. Escribimos un pequeño homenaje al tradiconal juego con que el que muchos consiguieron apasionarse por el fútbol.

Los recuerdos que tengo de mi infancia son mágicos. Memoria feliz de una etapa marcada por una inagotable sensación de libertad. Un mundo sin responsabilidades y con pequeñas exigencias.

Hoy, muchos años después, soy padre. Veo a mis hijos disfrutar de su infancia. Compartiendo sus primeros pasos en la vida percibo las diferencias entre su infancia y la mía. El mundo ha cambiado mucho y no siempre para mejor.

La tecnología está muy presente en sus vidas. Su mundo es mucho más táctil. Rodeado de pantallas, teléfonos e hipnotizados por una lluvia incesante de imágenes digitales. Tal vez todo este influjo este mermando su creatividad. Desgraciadamente siento que hoy los niños tienen menos espacio para la espontaneidad y la imaginación.

Puede que sea un pensamiento nostálgico. De una lógica irreal que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, hoy coincidí con mi amigo Jorge. Padre y futbolero pasional como yo. Entre cerveza y cerveza, embriagándonos, acabamos hablando de nuestros juegos de la infancia. El mejor de todos ellos, las chapas. Cuando Jorge y yo éramos niños, el fútbol casi no se veía en televisión. A penas pisábamos un estadio. Dábamos patadas al cuero siempre que podíamos pero en casa, el fútbol se palpaba jugando a las chapas.

El fútbol de chapas era más que un juego tradicional. Era un proceso artesanal de fabricación casera. Todo comenzaba con la recopilación. Era necesario conseguir las indispensables chapas para jugar. Si bien, en Madrid, esto era una tarea sencilla. Hablamos de una ciudad repleta de asfalto y decorado en las esquinas con un bar. El destino perfecto para olvidar los excesos de la jungla de alquitrán. Por tanto, la materia prima se conseguía fácilmente. Las chapas brotaban y sembraban cualquier rincón de la ciudad.

Una vez conseguida las chapas llegaba la fase artística. Indudablemente el momento más terapéutico y creativo. La elaboración de los equipos. Cuidadosamente diseñados, replicando alineaciones grabadas a cincel en la memoria. Esculpiendo con precisos garabatos pequeñas caratulas que pintaban la casaca de una chapa para siempre. Un proceso artístico que enmarcaba una alineación, un equipo y una camiseta.  Una huella eterna de la infancia.

Aquella caja, era una capsula del tiempo. Un legado, a nuestros hijos, del fútbol que palpábamos en los noventa. Un deporte que posiblemente nunca volverá, pero del que muchos nos enamoramos.

Jorge, mi compañero de birras, tenía a buen recaudo sus equipos de chapas. Un nostálgico, o más bien un romántico del fútbol que no necesitaba un ordenador o un archivo informático para fabricar una base de datos futbolera. Bastaba una caja de zapatos y sus míticos equipos de chapas.

En aquella arca de cartón (similar al de Noe) estaba el Barça de Cruyff, el Super Dépor de Arsenio Iglesias o un Rayo Vallecano capitaneado por el malogrado portero nigeriano, Wilfred Agbonavbare. Pero no eran los únicos, aparecía un Sevilla con Suker y Simeone. El Real Madrid de Benito Floro con una desgatada Quinta del Buitre. Osasuna con el polaco Ziober o un errático Atleti de Madrid liderado por Kiko y Caminero. Aquella caja, era una capsula del tiempo. Un legado, a nuestros hijos, del fútbol que palpábamos en los noventa. Un deporte que posiblemente nunca volverá, pero del que muchos nos enamoramos.

Un fútbol cercano, posiblemente rustico en las formas, pero embriagador en el aroma. Un fútbol sencillo, parco en imágenes. Un deporte que para vivirlo intensamente no necesitabas un móvil o una tablet. Bastaba con chapa de cerveza y una caja de zapatos.

Muchos de nosotros añoramos el fútbol con el que crecimos. Conscientes de que nada volverá ser como antes, Jorge y yo decidimos pedirnos una cerveza más. Un tercio con el que brindar por nuestra infancia. Paradójicamente el botellín ya no tiene chapa. Lo cubre un soso y bobo “abre fácil”. Todo demasiado fácil. En fin, da igual, me gusta pensar que mi generación siempre será privilegiada por el fútbol con el que creció. Pero sobre todo por las chapas que esculpimos.

1 thought on “Chapas

Leave a comment.

Your email address will not be published. Required fields are marked*