A finales de 1980 Uruguay organizó la Copa de Oro de Campeones Mundiales de la FIFA. Este campeonato se conoció popularmente con el Mundialito. El torneo cambió la historia del país. A continuación contamos aquella bonita aventura. 

El futbol en Latinoamérica trasciende de lo meramente deportivo. La pasión con la que se vive el balompié en el Continente Americano hace que en muchas ocasiones el fútbol parezca más una religión que un espectáculo deportivo.

La importancia del fútbol en las sociedades latinoamericanas ha provocado que no sea algo indiferente para sus autoridades políticas. La necesidad de controlarlo, o más bien de manipularlo para sus propios intereses, ha sido una constante. Posiblemente el mayor ejemplo lo tengamos en el Mundial de 1978.

Argentina organizó aquel campeonato del Mundo de la FIFA en plena ola de represión política. La Junta Militar que gobernaba el país utilizó aquel torneo para mostrar al mundo las bondades de su gobierno. Futbolísticamente aquel Mundial fue un éxito rotundo para Argentina. Salió campeón por primera vez en su historia. El General Videla consiguió la foto que tanto ansiaba. Mientras se festejaba la victoria en las calles de Buenos Aires, otros argentinos sonreían por la victoria en la penumbra de una celda a la espera de un futuro incierto.

A finales de los años setenta en América del Sur proliferaban los Gobiernos autoritarios acaudillados por militares. Uruguay vivía momentos angustiosos de represión. Eran malos tiempos para la libertad y los valores democráticos en el Cono Sur.

Aquel campeonato posiblemente escenifica una de las páginas más tristes de la historia de los Mundiales. Si el olimpismo se manchó con los Juegos de Berlín, el fútbol tuvo en ese Mundial su particular macula.

A finales de los años setenta en América del Sur proliferaban los Gobiernos autoritarios acaudillados por militares. Uruguay, el pequeño vecino de Argentina, vivía también momentos angustiosos de represión. Eran malos tiempos para la libertad y los valores democráticos en el Cono Sur. Tras el golpe de Estado de junio de 1973 los militares uruguayos ejercían el poder con puño de hierro.

Los gobernantes uruguayos habían llegado a la conclusión que el Mundial de 1978 había fortalecido la proyección pública de Videla en Argentina. Por ello y después de analizarlo minuciosamente idearon un plan para fortalecer los cimientos de su autoridad. El fútbol iba a jugar un papel importante en estos planes.

El 30 de noviembre de 1980 los militares uruguayos decidieron organizar un plebiscito que permitiera derogar la Constitución de 1967, vigente todavía, aunque sin plasmación jurídica efectiva. Con esta votación las autoridades militares buscaban legitimar el gobierno dictatorial existente. El colofón de esta operación pasaba por organizar un campeonato de fútbol internacional días después de la votación. Un torneo, que al igual que hicieron los militares argentinos en el Mundial de 1978, mostrara al mundo la rectitud del gobierno militar uruguayo. En definitiva, una competición de futbol para festejar la segura victoria en el plebiscito.

El artificioso campeonato fue ideado por sombríos empresarios. Ligados en su mayoría a la dictadura militar uruguaya y con conexiones en la FIFA. Tras meses de minucioso estudio desarrollaron una idea. Plantearon la celebración de un torneo de fútbol entre aquellos países que habían sido campeones del mundo hasta la fecha. El proyecto recibió el visto bueno de los militares uruguayos. Pero para la organización definitiva era necesario convencer a João Havelange, Presidente de la FIFA. El directivo brasileño poco reacio a los escrúpulos y muy proclive al negocio no puso reparo alguno. De esta manera surgió la Copa de Oro de Campeones Mundiales organizada por la FIFA en Uruguay en 1980. Popularmente el torneo fue conocido como el Mundialito.

Tras meses desarrollando una idea, se planteó la celebración de un torneo de fútbol entre aquellos países que habían sido campeones del mundo hasta la fecha. El proyecto recibió el visto bueno de los militares uruguayos. Pero para la organización definitiva era necesario convencer a João Havelange, Presidente de la FIFA.

Sin embargo, lo planificado inicialmente nunca llegó a plasmarse en la realidad. El 30 de noviembre de 1980, los uruguayos contra todo pronóstico votaron en contra del plebiscito. El pueblo uruguayo dijo NO a la dictadura. La sorpresa fue mayúscula entre la cúpula militar, que confiados en las encuestan daban por segura su victoria. Tal vez este exceso de confianza evitó un fraude en la votación.

El silencio reinó esos días en Uruguay. El miedo seguía latiendo fuerte en un país acostumbrado a la represión de los últimos años. No hubo grandes celebraciones en las calles. Ni siquiera entre los presos políticos encerrados en las cárceles del país.

El 30 de diciembre de 1980 se inauguró el Mundialito en Montevideo. El ambiente no era precisamente el que esperaban los militares. A la derrota en el plebiscito se unió la ausencia de Inglaterra que se negó a disputar aquel campeonato.

Los británicos fueron sustituidos por Holanda, que había sido subcampeona en los dos últimos Mundiales disputados. El torneo se organizó en dos grupos. Los primeros clasificados disputarían la final. En el grupo A se encuadraron Uruguay, Italia y Holanda. En el grupo B quedarían Brasil Argentina y Alemania.

El empuje sirvió para que Uruguay levantara el trofeo. Al final del encuentro, cuando se saboreaba la victoria la grada del Estadio Centenario comenzó una catarsis colectiva. El público asistente perdió el miedo acumulado en años y comenzó a cantar “Se va acabar, se va acabar, la dictadura militar”.

Uruguay y Brasil quedaran primeros en sus respectivos grupos. Gracias a ello disputaron la final del Campeonato. Dicho partido se jugó el 10 de enero de 1981 en el Estadio Centenario de Montevideo. La afición charrúa llenó el campo para animar a la selección celeste. El empuje sirvió para que Uruguay ganara el partido por dos a uno y levantara el trofeo. Al final del encuentro, cuando se saboreaba la victoria la grada del Estadio Centenario comenzó una catarsis colectiva. El público asistente perdió el miedo acumulado en años y comenzó a cantar “Se va acabar, se va acabar, la dictadura militar”.

El Campeonato del Mundo de Argentina fue como decíamos una macula en la historia de los mundiales y posiblemente del fútbol. Sin embargo, el azar y las casualidades inesperadas de la historia hicieron que dos años más tarde el fútbol sirviera para perder el miedo a la tiranía. No se organizó con esa intención, pero el Mundialito de Uruguay de 1980 supuso el fin de una dictadura. Del fútbol surgió en esta ocasión un grito de libertad que amenizó su historia con la melodía de la Democracia.

Leave a comment.

Your email address will not be published. Required fields are marked*