⁰El reciente fallecimiento de Leo Beenhakker hace que desaparezca un estandarte del fútbol de los años 80. Fue el técnico que más tiempo dirigió a la Quinta del Buitre y protagonizó un suceso que haría correr ríos de tinta en la época. La suplencia de un ídolo social que no fue muy bien recibida
La eliminación en las semifinales de la Copa de Europa de 1988 ante el PSV holandés, fue un duro golpe para el gran Real Madrid de finales de década de los 80, sobre todo por la forma que se produjo, al no perder ninguno de los dos encuentros (1-1 y 0-0), y caer por el valor doble de los goles en campo contrario con la sensación de ser superior en el terreno de juego. Todo el mundo reconoció que aquella temporada 87-88 había sido la del cénit de rendimiento de aquel equipo, que esa edición había dejado en el camino nada menos que al Napoles, el Oporto y el Bayern Munich, para caer ante un rival potente, pero en teoría mas asequible.
La temporada siguiente nació con la ilusión merengue de ganar el trofeo continental, y para ello incorporó nada menos que a Bern Schuster, procedente del Barcelona, robándole una estrella a su gran rival nacional. En España las cosas siguieron como casi siempre, sin apenas oposición para revalidar por cuarta vez el título y las grandes esperanzas del año se centraban en romper la maldición europea que entonces duraba 23 años.
En la segunda ronda, el Gornick polaco dio un buen susto al Madrid; tras perder 0-1 en la ida y parecer que se quedaba sin opciones, se llegó a poner 1-2 en Madrid, aunque dos goles blancos dejaron las cosas en su sitio. La siguiente ronda deparó una revancha esperada: el PSV, vigente campeón, se media al Madrid con la vuelta en España. En la ida en Holanda, un buen botín para el campeón español al acabar el encuentro 1-1 y tener que medirse en el Bernabéu 15 días después. Todo apuntaba a victoria madridista, pero el PSV contaba con grandes jugadores y algunos advertían que no todo el pescado estaba vendido.
Al Madrid de esos años le entrenaba un holandés Leo Beenhakker. Legó en 1986, sin el aval de grandes títulos, pero con una alta consideración como amante del fútbol alegre y ofensivo, según había demostrado en su paso por el Zaragoza, equipo en el que no logró grandes éxitos, pero sí reconocimiento por su buen manejo de la pelota y vocación atacante; anteriormente hizo campeón de Holanda al Ajax de Amsterdam, un referente clásico de la escuela del juego vistoso. El Real Madrid se hizo amo y señor de la Liga española, y hasta hizo doblete en la temporada 88-89, en medio de la madurez deportiva de su generación de oro de cantera, aunque no saciaba su obsesión europea. Sin embargo, por extrañas razones nunca aclaradas, el holandés fue siempre muy cuestionado por la prensa deportiva de la capital; ganaba campeonatos con buen juego pero de forma permanente parecía haber un reproche a su labor. Los sesudos periodistas de la época defendían que con una plantilla de estrellas como la que disponía y dado que los rivales no eran muy fuertes, ganar la Liga española no era meritorio. Pero olvidaban que de 1980 a 1985 el Madrid no ganó ni un campeonato liguero. En cualquier caso cuajó un dicho que predicaba “El Madrid gana a pesar de Beenhakker”. Hay que recordar que en aquellos años otro entrenador holandés daba sus primeros pasos en España, y la mayor parte de analistas dudaban de sus cualidades como técnico por su escaso rigor defensivo, su nombre era Johan Cruyff.
Por extrañas razones nunca aclaradas el holandés fue siempre muy cuestionado por la prensa deportiva de la capital; ganaba campeonatos con buen juego pero siempre parecía haber un reproche a su labor. Era famosa la frase «El Madrid gana a pesar de Beenhakker».
El 15 de marzo de 1989 un abarrotado Bernabéu sufría una conmoción: en la alineación titular no estaba Butragueño sino Llorente. La primera impresión apuntaba a una lesión de última hora. Pero al poco tiempo se confirmaba que no se trataba de un problema físico, sino una decisión del entrenador.
Butragueño era un ídolo de masas, un deportista mediático que había dado nombre a una generación muy destacada de futbolistas: “La Quinta del Buitre”. Hábil, intuitivo y con olfato de gol, se había convertido en el jugador más relevante del fútbol hispano por sus cuatro goles a Dinamarca en los octavos de final del Mundial 86 (5-1). Era un emblema del Madrid de esos años, un deportista modelico por su comportamiento dentro y fuera del terreno de juego y cabeza visible de un equipo destacado. Desde 1987, aproximadamente, mostraba una mayor irregularidad en su juego, aunque con su talento siempre se podía esperar algo de él. Aun cuando su rendimiento a veces no era el esperado era considerado como intocable en las grandes citas.
Por eso fue un shock el no verle en el once inicial. Además el partido fue de todo menos fácil para el Madrid. Los de los Países Bajos demostraron porque eran los campeones vigentes y vendieron cara su eliminación. Un penalti algo dudoso pareció allanar el camino, pero en los últimos minutos el joven Romario, brasileño llamado a marcar toda un época, empataba la contienda. Nadie esperaba tantos problemas y la inquietud se apodero del coliseo blanco. La prórroga es angustiosa y es el centrocampista Martín Vázquez quien la resuelve al fusilar al meta holandés, tras un servicio de Hugo Sánchez. El 2-1 final se recibe con alborozo, sobre todo cuando en los últimos cinco minutos sale Butragueño ante el delirio del estadio.
La polémica estaba servida. Beenhakker declaró en la ruda de prensa que la decisión de dejar en el banquillo al delantero madridista respondía a un criterio táctico: consideraba que Llorente estaba más capacitado para taponar las subidas en la banda del lateral Gerets. No pocos pusieron el grito en el cielo: ese planteamiento era de equipo menor y mas jugando en casa tras empatar el partido de ida, impropio de un Real Madrid y no era de recibo que una de sus estrellas fuese humillada de esa forma. El propio Butragueño no ocultó su indignación “Yo creo que un delantero debe salir al campo a jugar al fútbol y no pensando en marcar a un lateral contrario. Parece claro que Beenhakker no confía en mí”. Cuentan incluso que el propio presidente madridista, Ramón Mendoza, llamó a capítulo al entrenador por la discutida decisión, en los siguientes términos.
“¿Sabe usted lo que ha hecho?” preguntó el presidente..
– “Eliminamos al PSV y alcanzamos la semifinal de la Copa de Europa”, respondió orgulloso el entrenador.
– “Ha jugado usted con el patrimonio del club”, le recriminó Mendoza
La polémica fue pronto sepultada: en la siguiente ronda el Milán de Arrigo Sacchi despachó al Real sin miramientos para fijarse en las alineaciones. Apenas pudo el Real empatar a dios gracias a uno en Madrid, y fue barrido por 5-0 en tierras italianas. Butragueño fue titular pero no hubo noticias de él en los dos partidos, como del resto del equipo. Además, muchos de los que se ensañaron con Beenhakker, habían estado buena parte del año cuestionando el papel del “Buitre” en muchos partidos y clamando mas minutos para los jugadores suplentes.
Su personalidad como entrenador quedó reflejada en la valiente decisión de no sacar a una estrella, por considerar que no era el más adecuado al tipo de partido que se iba a disputar. En pocos años todos los equipos habían asumido que también las estrellas tenían obligaciones defensivas.
Beenhakker dejó el Madrid con tres Ligas y una Copa del Rey en el zurrón, pero con la frustración de no haber ganado la Copa de Europa. En realidad no se ganaría hasta 1998. Volvió en 1992 pero no fue un regreso afortunado. En medio de la temporada, Ramón Mendoza decidió destituir al entrenador Radomir Antic, con la excusa del pobre juego del equipo a pesar de ir líder del campeonato; creyó que el holandés tenía la llave para seguir ganando con más gusto estético, pero la jugada salió mal por todos los sitios: el equipo siguió sin dar el presunto ”espectáculo”, empeoró los resultados y se dejó la Liga en un dramático partido final en Tenerife. Curiosamente Beenhakker vivió en sus carnes dos de de las derrotas mas duras de la historia del Real Madrid: las referidas ante PSV de 1988 y Tenerife en 1992. Fue un trotamundos del fútbol cuyo periodo álgido de vida profesional lo vivió en la capital de España; aunque tuvo también el honor de ser seleccionador de su país, dicho sea de paso sin excesiva fortuna, (tras ganar la Eurocopa de 1988, la selección de los Gullit, Koeman o Van Basten tuvo un chasco importante en el Mundial de Italia 90)
Su decisión respecto a Butragueño ese día fue, en cierto sentido, pionera ya que con posterioridad técnicos como Capello o Van Gaal no dudaron en sentar a aquellas figuras que, a su criterio, no eran las idóneas para determinado tipo de encuentros y la extensión de las labores defensivas a todo el equipo, delanteros incluidos, sería una constante del fútbol moderno. Pero a finales de los 80, esas decisiones seguían causando estupor. Aun a fecha de hoy es el último entrenador del Madrid que ha ganado tres Ligas seguidas y ha conseguido un doblete nacional.
