Miguel Pardeza fue un mítico futbolista de los años ochenta y noventa, integrante de la famosa Quinta del Buitre, consiguió hacer algo que muy pocos han hecho, compaginar fútbol, literatura y filosofía. Ĺ

En España, los años ochenta supusieron tiempos de cambio y de desenfreno. Al comenzar aquella década nuestro país aún era una democracia muy joven. La Constitución apenas tenía dos años de vida.

La llegada de las libertades provocó el nacimiento de una nueva cultura musical, literaria y cinematográfica. Eran los años de la “Movida”. Pero en aquella época no todo era alegría. Por desgracia el desenfreno llevó a una buena parte de los jóvenes a quedar atrapados en el laberinto de la heroína.

Las grandes ciudades se convirtieron en regueros de tribus urbanas. Caminando por las calles uno se topaba con punkies, rockers, moods, skin heads y pijos con polos Lacoste. Una macedonia contracultural que cambiará para siempre los modos de vida de una sociedad que empezaba a palpitar la libertad.

El mundo del fútbol no será ajeno a todos estos cambios. Si las nuevas expresiones culturales provocadas por la “movida” tuvieron su epicentro en el madrileño barrio de Malasaña. El núcleo del cambio futbolístico en España estuvo en el Santiago Bernabéu.

En el mítico estadio de la capital irán apareciendo un grupo de jóvenes futbolistas que cambiarán la historia del Real Madrid, del futbol español y la forma de entender el deporte rey en nuestro país. Esa camada de extraordinarios futbolistas recibió el nombre de la “Quinta del Buitre”.

La Quinta del Buitre la formaban un grupo de talentosos jugadores conocidos como Butragueño, Michel, Sanchis, Martin Vázquez y Pardeza.  Se trataba de futbolistas de una calidad extraordinaria.

La Quinta del Buitre la formaban un grupo de talentosos jugadores conocidos como Butragueño, Michel, Sanchís, Martin Vázquez y Pardeza.  Se trataba de futbolistas de una calidad extraordinaria. Butragueño fue un icono nacional que trascendió lo futbolístico. Martin Vázquez era un zurdo vertiginoso que poseía una visión de juego propia de peloteros que llegarían décadas después. Michel era la precisión centrando el balón. Colocaba el esférico siempre en el lugar adecuado. Sanchís era un central elegante, sobrio y eficaz en el pase. Todos ellos jugaron y triunfaron en el Real Madrid de los ochenta y los noventa.

Sin embargo, un miembro de aquella Quinta tuvo que emigrar del club blanco. Pardeza, del que muchos decían eran el más prometedor de los cinco, pronto hizo las maletas. El desterrado, aterrizó en Zaragoza en busca de los minutos que no conseguía en el club de Chamartín.

Pardeza recaló en el Real Zaragoza. En Aragón se labró una carrera exitosa. Fue capitán del equipo maño durante años y tuvo la fortuna de levantar dos Copas del Rey y una inolvidable Recopa de Europa. Miguel Pardeza se desempeñaba como futbolista, pero antes que deportista era un intelectual.

Existe, ha existido y posiblemente existirá un estereotipo muy marcado del futbolista en nuestra sociedad. Al jugador de fútbol se le ve normalmente como un joven fornido, con una solvencia económica incuestionable pero alejados de la reflexión profunda y cultural.

Sin embargo, Pardeza era la antítesis de todo eso. Cuentan que durante su carrera tenía que esconderse en el baño durante las concentraciones. No podía molestar a su compañero de habitación. Sentado en el retrete devoraba con voracidad novelas, relatos y ensayos.

No extrañó a nadie que siendo futbolista se licenciara en Filología Hispánica. Pero no se conformó únicamente con terminar unos estudios universitarios. Años después público su tesis doctoral acerca de la obra Cesar González Ruano.

Pardeza recaló en el Real Zaragoza. En Aragón se labró una carrera exitosa. Fue capitán del equipo maño durante años y tuvo la fortuna de levantar dos Copas del Rey y una inolvidable Recopa de Europa. Miguel Pardeza se desempeñaba como futbolista, pero antes que deportista era un intelectual.

Cuando acabó su carrera en los terrenos de juego, Pardeza se dedicó a su gran pasión, la literatura. Cultivo géneros como la ficción, el ensayo o la colaboración periodística. Sin embargo, el futbol volvió a llamar a su puerta de nuevo. Un académico como él no podía ser desaprovechado por un deporte que en términos generales adolece de falta de reflexión y raciocino. De hecho, volvió a los dos clubes de su vida, Real Zaragoza y Real Madrid. Esta vez su desempeño no estuvo en el césped sino en los despachos. Su paso por las oficinas fue discreto. Con la misma humildad que llegó, se marchó. Pero no se quedó desamparado, la Filosofía le estaba esperando.

Miguel Pardeza es sin duda una persona especial. Un hombre de personalidad que ha demostrado que cultura y deporte pueden estar enraizados. Es sin duda un referente. Alguien que al igual que sus compañeros de Quinta posee la capacidad de cambiar cosas.

Esperemos que el mundo del fútbol nos dé más personajes como Pardeza. Si eso sucede ese deporte será un lugar mucho mejor.

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