Esta historia, o una parecida, se vivió esta pretemporada en el estadio de Las Gaunas de Logroño. Podría ser la historia de cualquier aficionado de la U.D. Logroñés o de cualquier equipo del fútbol modesto en cualquier campo de España. 

Se prometió que no volvería más a Las Gaunas. El descenso a Segunda Federación de hace dos temporadas y la eliminación del play-off de ascenso el pasado curso pusieron fin a su paciencia.  Dijo que no volvería a ver a su Logroñés, la «UDL», hasta que no estuviera en una categoría acorde a la tradición futbolística de su ciudad. Estaba realmente harto.

– Que suban como puedan, pero que suban. Mientras tanto, que no cuenten conmigo.

Repetía una y otra vez cada vez que salía el tema del fútbol mientras tomaba un vino con los amigos. Él había estado con el equipo desde sus inicios. Ya era seguidor del C.D. Varea antes de aquel 2009 en el que la U.D. Logroñés asumió su plaza en 2ªB tras su creación, o “refundación “, como decía él. De hecho, pensaba que igual era buen momento de unir fuerzas junto con el “otro Logroñés», ahora que también había descendido a Segunda Federación. Él no era partidario de tener bandos enfrentados en la ciudad. Sólo quería volver a disfrutar del futbol como cuando era más joven. Cuando iba con los hijos a Las Gaunas a ver al histórico Club Deportivo jugar contra los grandes y, a veces, ganarles.

Pero hacía mucho que el hecho de gozar como antes parecía imposible. No merecía la pena. Por eso había decidió dejar el futbol de lado.

Pero hacía mucho que el hecho de gozar como antes parecía imposible. No merecía la pena. Por eso había decidió dejar el futbol de lado. Después de una vida trabajando y ya alcanzada la edad de jubilación, uno aprende la importancia que tiene evitar todo aquello que dé quebraderos de cabeza. Además, para disfrutar ya están los nietos. Que ahora que aún son pequeños dan muchas más alegrías que disgustos.

Sin embargo, ahí estaba. En la cola de las taquillas del estadio esperando para comprar la entrada para el primer partido de la temporada en casa, frente al Osasuna Promesas. Aún tiene muy presente cuando rompió el carnet de socio el pasado mes de junio después de que el Marbella les pasase por encima en el play-off. Pero le habían contado que en los primeros amistosos de la temporada estaba dando muy buena imagen. Le costó no acercarse el día anterior al barrio de Varea para verlos contra el equipo local. Y eso que ese campo, a la ribera del Ebro, le encantaba.  Allí ganaron 0-3.

-Hay chavales que parecen bastante buenos. Y ese rumano que han fichado del Numancia, si no se le va la cabeza, puede marcar la diferencia… Tampoco hay que olvidarse de la nueva ciudad deportiva. Hace poco había salido como una de las posibles subsedes del Mundial que se jugará en España. Con unas instalaciones así seguro que es más fácil retener a los chavales de casa y que los de fuera se animen a venir. Demuestra que hay proyecto…

Todo eso pensaba cuando llegó su turno en la fila:

-¡Hombre, Tomás! ¡ Al final te animas! ¿Te renuevo el abono?- le dijo el taquillero.

– No –. Dijo ruborizado–. De momento dame entrada para hoy. Y no me pongas en el fondo con los socios que no quiero dar explicaciones–. Alegó algo malhumorado.

Víctor cogió su entrada y se dirigió a la puerta de acceso. Compró un «preñadito» de chorizo y una «sin alcohol» y se sentó en su localidad. La temperatura era muy agradable. Lejos del sofoco de hacía un par de días. El partido empezó. Al principio, su impostada desidia le permitía ver el encuentro con cierta tranquilidad. Estaba muy a gusto en su campo. El Logroñés jugó bien. Muy bien. Ganó 2-0 a un equipo que milita en una categoría superior, la gente empezaba a ilusionarse y… lógicamente, él también.

Era inevitable. A la mañana siguiente ya se encontraba en las oficinas del club para renovar su abono de temporada. Al fin y al cabo, ¿Qué puede haber de malo en soñar un poco? Eran ya casi cuatro mil socios los que pensaban igual que él. Seguro que este año sí. Seguro que iban a «Primera RFEF» con el UD Logroñés.

 

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