El nuevo futbol de momentos resulta tan tentador. Terminas convencido de ello. De la nada o poco a tenerlo todo. Dejar en casa el sufrimiento y la decepción diaria por el gozo y el éxito a cientos de miles de kilómetros. Buscar el cobijo y el sosiego a espaldas de alguien más. Finalmente ser parte del club. En todo esto no hay un verdadero compromiso en realidad. El valor de la persona como aficionado no se pondrá en duda ni a prueba, porque en primer lugar esto va de consumo, la pasión después. El miedo al fracaso termina por relucir aún más el brillo de la esperanza de trofeos y fotos de celebración, aquellos viejos recuerdos en el lóbrego pasado. El nuevo futbol fija la vista y avanza hacia adelante, girar un poco la vista hacia atrás parece algo mal visto, anticuado, poco coherente con la sociedad. Mirar el rastro dejado es aleccionador y necesario para el progreso que el futbol de hoy dicta, mirarlo tan solo un poco, cambiar de dirección puede ser peligroso por otro lado, es un ir cuesta abajo.

Hace poco encontré una foto mía que data de un momento inexacto de mi infancia. No recuerdo el sitio, el momento, ni siquiera aquel niño que sonríe frente a la cámara. Con la imagen sobrevolando varios días en la mente evidentemente existe un grado considerable de nostalgia por ello. ¿Cómo es que pude haber olvidado ese instante?, desearía volver y estar allí, la vida de adulto como el nuevo futbol resultaba tan tentadora, vaya tomada de pelo en todo ello, sin embargo, así es esto, seguir adelante, de eso se trata esto. Progreso.

El metro llego a su estación terminal, es día laboral por lo cual el que la estación luzca poco concurrida, por no decir que vacía, resulta común y coherente. Sali del sitio en el que me hospedo con dirección a mi destino con la noche aun puesta en todo lo alto, salgo del subterráneo al exterior y ha amanecido. El cielo gris de invierno gotea, dejando claras intenciones de diluviar en cualquier momento, en el exterior hay pocos sitios para cubrirse en caso de que ocurra esto. El frio recrudece, y es que estoy en los límites de la ciudad. Es posible entender el viento correr, no hay barullo popular que apague su sonido.

Un par de pasos me ponen de frente al recinto, en lo que seria su entrada principal. No es día de partido, pero, aun así, una pantalla gigante encendida anuncia la disponibilidad de entradas para el próximo encuentro del equipo femenino aquí mismo. Los accesos, la tienda y demás stands luces cortina abajo y con candado puesto. El personal dentro de un restaurante trabaja poniendo presentable el sitio para futuros visitantes/comensales.

Una bandera ondea en lo mas alto del hasta. Agitada da color rojiblanco al ambiente. Como guardia de honor, es resguardada por un par de hombres que yacen plasmados en los altos muros del sitio. Uniformados le rinden honores día y noche. Fieles a su labor, códigos, valores e historia.

Un oso nada tímido se deja entrever junto a un madroño. Un saeta (y no rubia) no termina de despegar. Dentro de su cabina el asiento luce vacante, su piloto sentado en un banquillo de técnico es distinto, de acento extranjero, se mantiene aun en su sitio, contrario a lo que dicta este nuevo futbol que pareciera no permitir un poco de estabilidad, carga con la misión de llevar a lo más alto a todo un pueblo, cree en que el hombre este hecho para dominar el cielo como lo hace en la tierra. Cree.

El nuevo futbol parece estar construido bajo un mismo material. Esta obra monumental resulta intimidante ante los ojos. Es mayoritariamente gris, su valor y sentido propio viene del eco de cada butaca, sección, grada, tribuna y pasillo. El grito de gol y el suspiro de la derrota en cada día de congregación colchonera. Intimidante ante los ojos y el sentimiento mismo.

El camino marcado lleva consigo un par de nombres incrustados en placas de metal al pavimento. El viejo futbol que no se olvida. Ellas y ellos. Cada uno, excelso en su época y en su posición en el campo. Idolatrados, queridos, odiados e incomprendidos. Porque el corazón ama, pero no perdona. La mente rememora, pero no olvida. Latinoamérica presente, de Forlán al Kun, de Costa a Godín pasando por Giménez y Suarez. Coraje y corazón venido de tan lejos. Figuras asociadas para siempre a este club. Identidad más complicada de ver hoy en día en cualquier club que juegue este nuevo deporte.

Recorriendo la explanada vislumbro a un hombre. Somos dos ahora en este sitio. Fue el primero en llegar, estoy en lo que es su área. De buena altura y aspecto físico luce inmóvil, su dedo dicta la dirección del terreno que le da nombre a lo que siempre fue su casa. Es significado de inmortalidad, profundo respeto y admiración, lo que hizo con pantalón corto como con chándal al otro lado de la línea de cal. Luis Aragonés probablemente sea el perfil a cumplir de todo hombre o mujer que llegue a vestir esta camiseta; es la respuesta final a la pregunta de ¿Cuándo es que el futbol español volverá a conseguir algo importante? Solo un indio sabrá si el futbol de hoy es capaz de volver a darles un hombre como él.

Un par de vueltas olímpicas me permiten prestar atención a cada detalle, es gris y con poca visibilidad hacia el interior. Un claustro con rejillas que invitan a jugar un poco al fisgón. Para disfrutarlo hay que pagar por ello. Cada nuevo sitio de juego que se construye hoy en día como este, responde a temas económicos para sus dueños, y de “comodidad” para sus aficionados. Es parte del progreso, sin embargo, debe de haber quien no extrañe su antiguo campo, que la nostalgia sea la misma hoy que la del primer día en que se fueron. Fotos, historias, aroma y esencia propia. Remembranzas como si el tomar la M30 por debajo de la tribuna llevara con dirección a la época de mayor cosecha de títulos, pero también a la desconsuelo y resignación. Aquí sufren y saben cómo vivirlo, porque saben asimilar el fracaso, entienden que es algo mucho más cotidiano que el éxito. Es sabio pero insoportable saber que el triunfo arrebatado yace en la verada del frente. Lo intentaran una y otra vez, cuantas veces haga falta, porque priorizan el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio diario. Valores del un viejo futbol que harían bien hoy en día

La fotografía del recuerdo, el recorrido de la anécdota que queda guardado, espero no olvidarlo o cubrirlo con uno nuevo, uno más lleno de vida, en jornada. El Civitas, el Wanda, el Metropolitano responden a un futbol sumamente tentador. La nostalgia te lleva al Vicente Calderón. Progreso como parte del futbol y de la vida.

Leave a comment.

Your email address will not be published. Required fields are marked*