Este mes de julio es tiempo de unos insólitos play-off de ascenso. En uno de ellos, una afición histórica como es la de la ciudad de Logroño pudo ver como uno de sus equipos, la U.D. Logroñes traía de vuelta el fútbol profesional al estadio de las Gaunas.

El fútbol sin público pierde gran parte de su esencia, es verdad. Pero también lo es el hecho de que la emoción de una fase de ascenso en cualquier categoría ya sea nacional o regional es difícil de neutralizar. Como prueba de ello sirva lo vivido el pasado sábado durante el partido a vida o muerte entre el C.D. Castellón y la U.D. Logroñés,  que debía decidir quién de los dos jugaría la temporada que viene en la categoría de plata.

En Logroño la gente llevaba veinte años sin vivir el fútbol a nivel profesional y los recuerdos de aquel mítico Logroñés empezaban a estar cada vez más borrosos.

La pandemia había fijado que las condiciones del partido serían a una sola vuelta y en terreno neutral, que fue el estadio de la Rosaleda de Málaga. Calor y meses de inactividad apuntaban a que el ganador del duelo tendría que tirar de épica sí o sí. Las dos aficiones, que han vivido momentos de más gloria, se preparaban para vivir una noche que marcaría su historia de los próximos años. En Logroño la gente llevaba veinte años sin vivir el fútbol a nivel profesional y los recuerdos de aquel mítico Logroñés empezaban a estar cada vez más borrosos.

Zelu del U.D. Logroñés disputa un balón. Foto: elmira.es

El partido empezó con un gol a favor del Castellón en los inicios del primer tiempo, en un córner mal defendido por los blanquirrojos. Un error impropio de un equipo que en la fase regular había liderado las estadísticas de goles en contra con unos números que reflejaban una fenomenal capacidad defensiva. Pero en una final no siempre las cosas salen como en los entrenamientos. Tocaba remar a contracorriente y así lo hizo. Con ocasiones claras del genial Ander Vitoria, que había cuajado una gran temporada, el Logroñés imponía su juego pero no conseguía que el dominio se tradujera en el gol de empate. Ni siquiera un disparo de Rubén Martínez que dio en el larguero y pareció botar en la línea pudo hacer subir el gol del empate al marcador. Fue el momento más polémico del partido en el que hasta los detractores más acérrimos del VAR instintivamente clavaron sus ojos en el colegiado para ver si le decían algo por el pinganillo, pero no, en 2ªB no hay VAR. La repetición apuntaba a un gol no concedido pero ya no tenía sentido seguir lamentándose. Se había superado el minuto 80 y el tiempo se acababa. Los minutos y el calor malagueño hacían mella en la piernas de los jugadores de ambos equipos.

El veterano César Caneda en un lance del juego. Foto: as.com

Los riojanos eran conscientes de que la norma no escrita de un play-off dice que todo se debe resolver en los últimos minutos y por eso no era momento de rendirse. Corría el minuto 82 cuando en una internada de un encendido Ousama un jugador del Castellón metía la pierna pecando de cierta inocencia y el jugador blaquirrojo de forma inteligente forzaba un penalti, que se convertiría en el empate a uno. Nadie lo sabía entonces pero era una premonición sobre lo decisivo que iba a ser el punto de penalti para la UD Logroñes. La prórroga llegaría y ésta finalizaría sin goles a pesar de que el Logroñés la jugó con uno menos por expulsión del propio Ousama, que al poco de forzar el penalti cometió el error de hacer otra falta que le costó la doble amarilla. Tocaba ir a penaltis.

Nadie lo sabía entonces pero era una premonición sobre lo decisivo que iba a ser el punto de penalti para la UD Logroñes.

Los minutos que transcurren antes de la tanda de penaltis son minutos de calma antes de la tempestad. Minutos de reflexión y de hacer balance sobre toda una temporada con una espada de Damocles encima de la cabeza que finalmente decidirá si el trabajo del año ha sido un éxito o un fracaso. Momentos en los que directiva, afición y jugadores iniciaban su propio cuento de la lechera pensando en que un ascenso a segunda supondría una oportunidad de oro para asentar un proyecto que nació en 2009 con el objetivo de devolver a Logroño y a La Rioja entera el futbol de élite que desapareció cuando lo hizo también su querido Club Deportivo Logroñés. Está claro que una vez en segunda división necesitaría el apoyo casi unánime de una ciudad que a día de hoy ya disfruta del futbol femenino en Primera División y cuenta también con otro equipo con una importante masa social como es el Sociedad Deportiva Logroñés, que estos días además se juega el ascenso a la 2ªB.

Imagen del nuevo estadio de Las Gaunas

El “Sociedad Deportiva” es un proyecto de fútbol popular nacido también el mismo año que la Unión Deportiva Logroñés y que aglutina a las masas que quieren huir del fútbol mercantilizado y dependiente de poderosos empresarios y derechos televisivos. Una  utopía casi, pero que achaca a sus vecinos del Unión Deportiva una carencia de autenticidad y por tanto de derechos hereditarios de aquel mítico Club Deportivo Logroñes de Abadía, Salenko, Lopetegui y compañía. Son proyectos diferentes, es verdad, pero los orígenes del Unión Deportiva, que nació de la compra de una meritoria plaza en 2ªB obtenida en 2009 por el CD Varea, que estos días se jugará con la Sociedad Deportiva Logroñés precisamente una plaza de nuevo en la categoría de bronce, no son más que una metáfora de los orígenes de la propia ciudad de Logroño, cuyas raíces romanas se sustentan en las ruinas de Varia, el asentamiento del puerto fluvial sobre el río Ebro que aún hoy en día se puede distinguir en unas poco explotadas ruinas romanas situadas a lo largo del en su día pueblo, hoy barrio, de Varea. Así pues, el hecho de que el fútbol profesional volviese a Logroño a través de su puerto romano tal y como lo hizo la civilización hace siglos, resultaría hasta poético para la ciudad. Proyectos como el del Sociedad Deportiva o incluso el del renacido C.D. Varea, no deben ser proyectos incompatibles ni  lastre para que una Unión Deportiva Logroñés fuerte en apoyo social e institucional pueda competir cara a cara con otros equipos capitales de provincia y pueda fijar sus metas en cotas aún más altas. Hay un hecho claro, y es que Logroño tiene cerca de ciento cincuenta mil habitantes solamente y esa cifra no da para tratar de tener dos equipos locales en la élite.

Rubén Miño es abrazado por su compañeros. Foto: larioja.com

Estos momentos previos a esa tanda de penaltis es momento también de echar la vista atrás y acordarse de todos los play-off perdidos en temporadas anterirores y de aquellos años en los que equipos de provincias vecinas disfrutaban de éxitos deportivos sin que las calles de Logroño pudieran saborear la élite del futbol y tuvieran que conformarse con ver cómo chicos como Fernando Llorente, Javi Martínez, Rubén Pardo o el propio Raúl García, todos ellos con orígenes futbolísticos vinculados al futbol de La Rioja, triunfaban en otros equipos vascos o navarros que usaban las tierras riojanas como caldero, sin dejar siquiera aprovechar algunos de sus años de principiantes para defender al equipo de la capital del vino. Así pues, la muy noble y muy leal como dice su escudo, ciudad de Logroño, para ver futbol de primer nivel sólo podía valerse de visitas puntuales de la selección española o partidos de Copa del Rey en los que un caprichoso bombo había emparejado al Unión  Deportiva Logroñés con algún equipo de primera. Partidos disputados, pero con clara inferioridad siempre en el marcador final para el equipo local.

Es el momento de la verdad, el momento en el que los  héroes deben dar un paso al frente…

Ese momento de espera es también momento de acordarse de otras muchas cosas que han pasado en estos últimos meses fatídicos para la sociedad y que por desgracia parece que seguirán pasando pero… el árbitro pita y no queda otra que irse al punto de penalti para saber si en este cuento de la lechera también se acabará rompiendo la vasija o tocará seguir soñando. Es el momento de la verdad, el momento en el que los  héroes deben dar un paso al frente. En esta ocasión fue el portero Rubén Miño el que lo dio sobre la línea de cal para detener dos penas máximas. La última de ellas significaba nada menos que el U.D Logroñés era equipo de segunda división. El resto es historia… aún por hacer.

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