Once victorias consecutivas. Se dice pronto. En este tramo triunfador del Atlético de Madrid hemos visto de todo: ha ganado jugando rematadamente mal, ha ganado jugando muy bien al fútbol, ha remontado partidos que, hace no mucho tiempo, ninguno hubiéramos apostado un euro porque diera la vuelta a la tortilla; y como el pasado domingo ante el Getafe, ha vencido sin ser brillante, con la solidez de un equipo hecho y la inercia del campeón.

Porque lo más importante de todo, al margen de la evidente mejoría en el juego y que el Atleti es ahora un conjunto reconocible sobre el césped, es que pase lo que pase, la escuadra de Simeone se adjudica el triunfo en cada partido que afronta.

Esa tendencia positiva ha sido, con toda seguridad, la clave del cambio que ha experimentado un equipo que daba auténtico pavor por Halloween y que se ha situado colíder de la Liga en apenas mes y medio, sigue adelante en la Copa del Rey y tiene un pie, por no decir pie y medio, en la siguiente fase de la Champions, con opciones incluso de evitar la ronda previa de dieciseisavos de final.

Los triunfos han otorgado tranquilidad a un conjunto que estaba absolutamente desnortado. El Atleti no sabía a qué jugaba, no tenía un once inicial definido y el Cholo desconcertaba a propios y a extraños con continuos cambios de futbolistas y de sistema. Un berenjenal o un ovillo enredado que los triunfos acumulados en todas las competiciones han ido desmadejando, permitiendo que Simeone tuviera el clima necesario para seguir buscando ese ‘click’ que los rojiblancos necesitaban en el centro del campo y que, además, ha indicado, de forma natural, el sistema que debía emplearse, el 4-4-2.

En defensa, el Atlético sigue mostrando la misma solidez, con Javi Galán asentado en el lateral izquierdo y Lenglet acompañando a Giménez, mientras Le Normand ultima su recuperación para ponerle las cosas difíciles al francés.

La tendencia de victorias ha sido, con toda seguridad, la clave del cambio que ha experimentado un equipo que daba auténtico pavor por Halloween y que se ha situado colíder de la Liga en apenas mes y medio.

Barrios ha tomado el timón que le ha cedido Koke como eje de la escuadra colchonera; Giuliano ya no es el hijo del jefe, sino el jugador con más raza, carácter y velocidad del Atleti, De Paul se ha empeñado en mostrar el talento que atesora, y arriba, Griezmann y Julián Álvarez forman una dupla letal.

Pero es que hasta el banquillo se ha puesto las pilas, y prácticamente todos los que gozan de algún minuto, lo aprovechan. Un ejemplo de ello son Sorloth, Correa, Lino o incluso Molina. Sólo queda que Riquelme siga la senda de sus compañeros y recupere el nivel que mostró la temporada pasada.

Partido a partido, lema cholista que nunca falla, el Atleti ha neutralizado los diez puntos de desventaja con el Barça que la clasificación mostraba en el pasado mes de noviembre y está en condiciones de dar un golpe en la mesa el próximo sábado en Montjuic para centrarse en las festividades navideñas aupado al liderato liguero.

Veremos qué ocurre el sábado en Barcelona, pero con independencia de ello, este Atleti parece que ha vuelto para quedarse, con el marchamo que sólo muestran los equipos campeones. Y eso es motivo de celebración.

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